Cultura

No somos nosotros, son ellos

No bien Francisco I. Madero se alzó con el poder, Emiliano Zapata lo desconoció y lo llamó traidor. Victoriano Huerta, a cargo del ejército federal, traicionó al presidente Madero al grado de asesinarlo. Álvaro Obregón traicionó y mandó matar a Carranza, valiéndose de un traidor. Antes, Zapata fue traicionado, a balazos alquilados, por Carranza. Y podríamos seguir a lo largo del siglo XX, aunque con traiciones sin el barniz aparentemente decoroso de la Historia, o sea, de las comunes y corrientes, más bien corrientes: Díaz Ordaz expresó que Echeverría lo traicionó con la tragedia del 68; el líder añejo del magisterio, Carlos Jonguitud, fue traicionado por la profesora Elba Esther y luego ésta traicionó al PRI; Manuel Camacho sintió que su amigo Salinas de Gortari le falló al optar por Colosio como candidato del PRI a la presidencia, correspondió con un cambalache de chaqueta; por su parte, Enrique Alfaro dejó al PRI para irse al PRD, luego lo abandonó y refundó MC; o los panistas de Jalisco que decidieron que el naranja les rendiría más dividendos que el azul. Para más señas locales, es de recordar lo que Álvaro Ramírez Ladewig escribió sobre el encumbramiento del grupo de Raúl Padilla López, de quien el primero fue mentor. Como alguna vez me dijo uno de esos sapientes que suelen florecer aquí (no doy el nombre porque no pedí su autorización): no hay grupo político que no nazca de una traición.

Por supuesto, conforme los casos se aproximan a nuestro tiempo, llamarlos “traición” luce desproporcionado, una de las faltas morales más vergonzosas es la traición, y a pesar del deterioro que acusan muchos principios viejos, llamar traidor a alguien sigue siendo escabroso; por eso lo que ahora atestiguamos en la política, con el deambular de un partido a otro, con la unión descarada de los presuntamente opuestos y con la fidelidad abiertamente ofrecida al mejor postor, no son traiciones, sino un pragmatismo fríamente calculado al que impele la gravedad de las circunstancias; no obstante, procuran envolverlo en un aire ético según valores de los que aún no pasan de moda, al menos en los discursos: el bien del país, servir mejor a la gente, el descubrimiento súbito de los defectos en el carácter y en el talante legal de las personas de las que aquel que chaquetea estaba rodeado. Excusas que los demiurgos del pragmatismo intentan convertir en salvoconducto moral para huir de la casilla en la que la opinión pública mete a los desertores, para en cambio ocupar la que corresponde a aquellos que se afanan por salvar a la patria, y los opuestos se encuentran: quien se dice traicionado busca exactamente lo mismo, y hasta donde la historia tiene registrado, ni traidores ni traicionados, con sus respectivos desplantes, han impedido el deterioro evidente de la patria.

Entonces, cómo encuadrar el trueque de bandería que hace unos días practicó Alberto Uribe, gobernante licenciado de Tlajomulco. Antes de responder, consideremos que tal vez queda una incógnita por despejar en la ecuación traición-pragmatismo-regir: qué rol juegan los espectadores, el pueblo que palma con las consecuencias de las correrías (no demos centralidad a la denominación) de quienes se desenvuelven, y se revuelven, en el territorio del poder. Intentemos una lectura del caso, nomás para no limitarnos a la sanción simple de los sucesos que nos ajena de ellos: el proyecto político que unió a Enrique Alfaro y a Alberto Uribe, planteado en teoría para beneficiar a Jalisco y sus habitantes, a la hora de la verdad fue menos importante que sus posturas individuales y, ya enconados, decidieron que por sobre todo está su sensibilidad personal; si se acepta esta especulación, las preguntas tendrían que ser otras: cuando propongan su proyecto, otro, de país, de estado, ¿harán creer que ahora sí será el definitivo? ¿Tanto como para colocarlo por encima de ellos mismos y de las diferencias entre egos de los que nunca faltan y siempre hallan acomodo?

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Augusto Chacón
  • Augusto Chacón
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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