Cultura

Hacer las cuentas bien y a tiempo

Es un riesgo, hasta con implicaciones éticas, hablar de lo bueno que nos rodea, de las cosas favorables que como sociedad tenemos; lo es porque percibimos tal degradación en tantas áreas que, si nos afanamos en hacer el recuento de lo que está para presumir, podríamos pasar por inocentes, por tontos, por privilegiados zafios o peor, por vendidos, y no faltará aquel que nos moteje como gente de dudosa moral: cómo nos atrevemos a delinear un catálogo de logros justo cuando la violencia enluta familias cotidianamente, a comunidades completas; cuando más personas se angustian para poder poner comida en su mesa; cuando trabajar doce horas al día no alcanza para adquirir y pagar los satisfactores básicos; cuando miles de jóvenes miran al futuro y las circunstancias, las del país, no le permiten ver más allá del mes siguiente; cuando hay miles de madres, esposas, hijos que buscan sin esperanza y solos, a un familiar desaparecido; cuando a comunidades indígenas las despojan de sus tierras ante el silencio y la inmovilidad del Estado.

Todas estas consideraciones son una losa, más bien, son una lápida para soterrar optimismos: aquí yacen la euforia, la ilusión, el aliento, el alborozo, la jovialidad, el humor y la esperanza de la sociedad, fueron sacados de circulación por exceso de desigualdad, de exclusión y de injusticia, o en todo caso quedaron, en los albores del siglo XXI, en calidad de valores para uso individual y de empleo preferente en lugares cerrados.

Así como enunciar los males inhibe el ansia por recontar los bienes, hacer la lista de las pérdidas que acarrean los problemas que nos azuelan luce como una exageración que es rápidamente desmentida por hechos verificables: estadios de futbol llenos en los que la televisión nos deja ver a familias disfrutando; el extendido placer de la música, atestiguado en la cantidad de personas que van por la calle puestas en sus audífonos; restaurantes de toda laya en los que la gente se divierte; la Vía Recreactiva de Guadalajara, mercados, cines, actos culturales masivos, los libros que se publican, los museos, las galerías y un etcétera que minimiza el intento por aseverar que una sombra densa cubre al ánimo nacional.

Tal vez el meollo está en el consuelo de cliché que damos en los velorios: la vida sigue, mientras a unos metros un cadáver aguarda su destino último, mientras los más cercanos son abrasados por el dolor; pero unos días después, los que creían estar rodeados de vacío reconocen eso, por inercia y por deseo natural, que la vida está ahí. Aunque no podemos tomar ese lugar común como receta para la sociedad; la muerte de uno, la que no es propiciada violenta e intencionalmente por otro, es similar, y todo lo que trae aparejado, a la que el resto enfrenta, y entonces, desde la fatalidad que nos iguala la resignación es un paso lógico, también asumir que la vida sigue; a pesar del respeto por lo que sufren los deudos, no cancelamos el paquete completo de emociones implicado en nuestra existencia. Pero la perspectiva es otra si se trata de las penas contranaturales, irracionales, que muchos experimentan impuestas por los sistemas político, de justicia, económico y por los criminales asociados con agentes de cada sistema. Este padecer, con todo y que sea percibido, es freno para el deseo, individual y social, de dar vuelo, abiertamente, al contento por lo bueno que sí tenemos; pero luego, por salud, rebasamos al pasmo, la indignación y al enojo, aunque permanece una aflicción residual y nos lastra, dejamos la plenitud como tema intimista, casi vergonzante; en cambio, nos exacerban públicamente banalidades de la clase: lo bueno también cuenta y cuenta mucho o el aire de redentores que se dan las y los candidatos en campaña, sólo agudizan el malestar tonante que suelta un tufo que los gobiernos, los poderes fácticos y la clase política parecen no notar, interlocutores de la nada enumeran bondades que creen haber propiciado o unas que están por propiciar.

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Augusto Chacón
  • Augusto Chacón
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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