Ver el mar en llamas, es sin duda una imagen perturbadora en la historia de este país. Es el resultado que nace del desprecio de una empresa, hacia el calentamiento global y el cambio climático, que sigue las mismas prácticas del pasado y de una administración que sigue obsesionada con reactivar una política energética que no se le ve sentido alguno.
El mundo no dejará pasar el daño causado al medio ambiente por una empresa paraestatal endeudada, que carga un pasivo que parece difícil de superar, y que atiende con desdén la responsabilidad ambiental que requiere de un alto nivel de conocimiento técnico, compromiso y entusiasmo para realizar las buenas prácticas que todo negocio exitoso requiere en estos tiempos.
El accidente ocurrido en el campo Ku, en la sonda de Campeche, se suma a otros que han sucedido en los últimos años. En 2015, la explosión en la plataforma de proceso Abkatún-A Permanente, en el Golfo de México con saldo de 7 personas muertas y 45 heridas; en 2015, en Santa Catarina y García, Nuevo León la explosión de un gasoducto con un saldo de 16 muertos; en 2007, dos plataformas marinas colisionaron en el Golfo de México, con un saldo de 18 muertos y 2 desaparecidos; en 2006, el incendio del buque tanque Quetzalcóatl, anclado en la Terminal Marítima de “Pajaritos”, dejó ocho muertos, un desaparecido y 14 lesionados; en 1979, el pozo costa afuera Ixtoc I explotó en la Bahía de Campeche, y que es considerado como el peor derrame de petróleo en la historia de este país.
Todos y cada uno de estos accidentes han sido provocados por condiciones operativas inadecuadas. Accidentes como son provocados por un mantenimiento deficiente y que pone en riesgo nuestro patrimonio nacional, al personal de la empresa y al medio ambiente.
Los problemas de mantenimiento en las instalaciones de Pemex Exploración y Producción han sido reportados en la Auditoría Superior de la Federación de 2019. Pero donde se centra el punto más grave de este reporte es en las refinerías de Pemex de Cadereyta, en Nuevo León; Tula, Hidalgo y Salina Cruz, Oaxaca.
Sin duda, después de este accidente, la transacción de Deer Park es crónica de una muerte anunciada y la refinería de Dos Bocas no será suficiente para cumplir con una política energética que no tiene sentido alguno dentro de los lineamientos mundiales.
Este accidente es resultado de malas prácticas acumuladas durante muchas décadas y la tendencia continúa, no hay cambio alguno. Lo cierto es que cualquier empresa que quiera actualizarse necesita de inversión e inyección de recursos y el costo de una nueva refinería es muy alto, ¿por qué no dirigir los recursos que van dirigidos a compra de la refinería de Texas y de Dos Bocas para primero estabilizar el orden financiero en Pemex?
Debemos de atender y respetar el momento histórico que está viviendo la humanidad.
Arturo Argente Villarreal
Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno
Tec de Monterrey, Campus Toluca.