La economía del Estado de la Ciudad del Vaticano es única y está profundamente ligada a su papel como centro espiritual de la Iglesia Católica. Sin embargo, y a pesar de lo que se pueda suponer, atraviesa una crisis cuya solución no será sencilla.
Antes de ser hospitalizado, el Papa Francisco enfrentaba una aguda crisis financiera en el Vaticano. Apenas tres días antes de su ingreso, creó la “Comisión de Donaciones para la Santa Sede”, una iniciativa para estimular los aportes económicos de los 1.400 millones de fieles católicos alrededor del mundo. Esta decisión surgió en respuesta tanto a la creciente oposición interna de algunos cardenales frente a sus estrictas políticas de austeridad, como a la urgente necesidad de equilibrar un presupuesto crónicamente deficitario.
Desde 2021, el pontífice había ya recortado hasta en tres ocasiones los salarios de los cardenales y, en septiembre de 2024, estableció oficialmente una meta de “déficit cero”. No obstante, el último informe financiero aprobado en 2024 reveló una realidad alarmante: un déficit de 83 millones de euros, en una economía que prácticamente no produce nada, no recauda impuestos ni puede emitir deuda o bonos. Sus ingresos dependen fundamentalmente de tres vías: donaciones —que en promedio suman 45 millones de euros anuales—, inversiones financieras e inmobiliarias —que incluyen acciones y más de 5.000 propiedades, mayoritariamente en Italia—, y los Museos Vaticanos, que venden boletos de entrada y todo tipo de recuerdos y parafernalia religiosa.
En 2024, los ingresos por inversiones alcanzaron 46 millones de euros. Sin embargo, las donaciones, que habían registrado máximos históricos de 74 millones de euros en 2018 y 66 millones en 2019, hoy generan inquietud entre los grandes donantes, preocupados por la posibilidad de que sus aportes se destinen al pago de pensiones en lugar de obras caritativas, considerando que el fondo pensional vaticano, con obligaciones calculadas en 631 millones de euros, continúa expandiéndose sin una actualización transparente de cifras.
A pesar de que el Vaticano espera recibir a 32 millones de turistas durante este Año Santo de 2025, que es el Jubileo, estos ingresos, aunque considerables, serán insuficientes para cubrir el déficit acumulado. El Vaticano aún debe atender gastos operativos, costos de restauración y salarios del personal de los museos.
Este complejo panorama financiero será el que enfrente el sucesor de Francisco. Dados los enormes compromisos económicos que seguramente se están generando en este momento para obtener votos en el Cónclave, no será sorprendente que más de un cardenal papable se dé cuenta, en silencio, que sería preferible nunca serlo. Este es el análisis episcopal de tu Sala de Consejo semanal.