El pasado fin de semana, actores y productores de doblaje en México alzaron la voz —literalmente— en defensa de su oficio. Frente al edificio del Instituto Nacional Electoral (INE), se manifestaron contra el uso de la inteligencia artificial (IA) para replicar voces humanas sin autorización. El detonante fue un video institucional que empleó una voz sospechosamente parecida a la del fallecido actor Pepe Lavat, leyenda del doblaje en México. Ante la polémica, los realizadores del video respondieron que la voz no era la de Lavat y justificaron su acción, asegurando que en el futuro se cuidará este aspecto.
La protesta no deja de ser bastante triste, sobre todo cuando se intuye el probable futuro de la inteligencia artificial (IA). Lo que estamos presenciando es la imagen clara de lo que sucederá con decenas de oficios que no podrán sobrevivir al avance de la tecnología. La realidad es que, desde el plano de la programación, es muy fácil modificar los timbres de voz, para que no se parezcan al de nadie y literalmente crear, por millones, voces con registros únicos, que no puedan ser atribuidas a una persona en particular. El tropiezo que generó la protesta es más un error de calidad que un patrón que se vaya a seguir repitiendo.
Así, trabajos como los agentes de call center, recepcionistas, el soporte técnico básico, auxiliares administrativos, capturistas de datos, analistas financieros junior, redactores de contenido básico, traductores tradicionales, correctores de estilo, editores de video y diseñadores básicos, fotógrafos de producto o stock, operadores de máquinas y ensambladores, conductores de transporte y entregas, inventariadores, contadores junior, auxiliares fiscales, reclutadores iniciales y asistentes legales, entre muchos otros, están destinados a desaparecer. Por eso, la protesta de los actores de doblaje es sólo una de las muchas que seguramente surgirán en el futuro inmediato. Esto equivale a ver con absoluta ternura las protestas de principios del siglo XX, por parte de los dueños de carruajes tirados por caballo, que exigían que se prohibiera el automóvil.
Como era de esperarse, no faltaron los políticos oportunistas, que salieron a ofrecer legislación para controlar el fenómeno de la IA. Esta es otra lucha perdida. Es cierto que se pueden normar muchos de sus aspectos éticos. Lo que es y será imposible limitar es el uso legítimo de esta tecnología para mejorar procesos. Y eso es justo lo que lleva a la desaparición de empleos.
Al final, lo que presenciamos esta semana nos remite a aquella máxima que se ha repetido hasta el cansancio, pero en la que pocos creen, hasta que los afecta: “lo que te quitará tu empleo no es la IA, sino las personas que sepan usar la IA para reemplazarte”. Y hasta aquí la opinión inteligentemente artificial de tu Sala de Consejo semanal.