Política

Autoritarismo

Los puristas de la democracia liberal en el mundo están aterrados. Los ciudadanos de Estados Unidos, Francia, México o Argentina están usando sus respectivas democracias para elegir presidencias o radicales o hegemónicas; términos y fenómenos, ambos, chocantemente contrarios al espíritu que dio origen a ese sistema de gobierno.

Las razones que los defensores de la democracia como la conocemos hasta hoy dan para que se quede igual son muchas y muy sofisticadas tanto en lo filosófico como en lo político y lo legal. La razón que da la gente para cambiarla quizá no es tan rebuscada, pero tiene sentido: a las grandes mayorías, la democracia, como está hoy, no les ha servido de mucho. Tienen libertad, pero no suficiente ingreso. Gozan de participación, pero no de movilidad social. Votan, pero las autoridades elegidas resultan recurrentemente ineptas.

Al final, lo que sí ha permitido la democracia en su forma actual, al menos a los ojos del ciudadano común, es la existencia de grandes burocracias y partidos políticos inamovibles, que se han enriquecido hasta la saciedad y más. Lo que también ha permitido esa democracia es el contubernio entre obscuros intereses públicos y privados que, para llegar y mantener el poder, han construido un sistema de exclusión y favoritismo que, al final, a quien ha dejado abiertamente fuera es justamente al ciudadano de a pie.

Por todo esto es que no importa y no importará cuán sofisticados sean los argumentos que se le den a la gente para que las cosas sigan igual dentro del sistema democrático vigente: la gente quiere algo diferente. Por supuesto, como se vio en la reciente elección de México y en todas las otras elecciones mayores en el mundo, tampoco quieren un regreso al pasado inmediato porque, aunque se les diga que la democracia pluralista fue mejor, en su mente no lo fue. Esa democracia con esas instituciones, con su ingobernabilidad y con esos mismos actores ya no es atractiva. Dicho de otro modo, más vale malo por conocer, que malísimo por conocido.

Así, quien no entienda que la democracia tradicional ya no es aspiracional para la población global, terminará perdido en la incomprensión de la realidad. El ánimo ya no es democrático solamente. El ánimo es usar la democracia para elegir gobiernos eficaces y efectivos, incluso si esos gobiernos son autoritarios. ¿Una contradicción conceptual? Sí. Pero absolutamente viable en la mente del ciudadano. ¿Qué hacer? Sólo queda cambiar y mejorar la democracia para preservarla o en su defecto permitir que poco a poco muera, por no querer cambiarle un punto. Este es el gran desafío que enfrentan los preservacionistas para seguir siendo relevantes en un mundo que ya cambió y que, por cierto, cambió en su contra. Es la reflexión doctrinal de tu Sala de Consejo semanal.


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Arnulfo Valdivia Machuca
  • Arnulfo Valdivia Machuca
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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