Existen momentos en los que no sabemos qué hacer ante un problema.
En este texto, a esas situaciones complicadas les llamaremos “papa caliente”.
Y sí, igual que el juego, no deseamos quedarnos con la papa caliente, queremos pasarla lo más rápido posible al siguiente, que hará lo mismo, pasar la papa.
Identifico por lo menos tres categorías en las qué las mujeres son tratadas de esa manera: cuando consumen drogas, cuando viven con enfermedades mentales y cuando llegan a ser adultas mayores.
Ni familia, ni sociedad o gobierno, atinan a saber qué hacer ante mujeres en estas condiciones.
Cada vez que acompañamos estos casos, volvemos a ver lo mismo: parientes que no pueden/quieren apoyar, instituciones rebasadas sin recursos para el rescate y atención de manera inmediata y adecuada.
Las jóvenes consumidoras de drogas se quedan solas sin oportunidad de recuperación.
Acaban en situación de calle, robando, prostituyéndose o vendiendo droga para volver a consumir.
Cuando son madres ¡malo! porque al no existir un lugar donde puedan recuperarse de las adicciones y de su infancia dolorosa que las llevó hasta ahí, perderán a sus hijos y su vida.
Si son pobres y no tienen recursos ¡zas! Ya son una papa caliente que pasará del ámbito familiar al institucional sin encontrar solución integral, solo paliativos, acciones temporales aplicadas con rapidez antes de que la papa queme, sin analizar cada caso.
Las que viven con enfermedad mental no tienen mejor suerte, peor cuando son pobres, quedan sin posibilidad de recibir atención especializada y profesional a la que tienen derecho.
Son pacientes y víctimas al mismo tiempo.
Su situación, no ha sido entendida como problema de salud pública.
No contamos con un lugar de internamiento adecuado y personal capacitado que atienda desde el paradigma de los derechos humanos a las mujeres cuya salud mental está afectada.
La carencia de recursos propicia derivar el caso, aunque no sea al mejor lugar, la cuestión es, pasar la papa caliente, que inquiete en otra parte.
Continuará.
@incidefemme
