Hace unas semanas, escribí sobre la situación de mujeres, que al ser pacientes psiquiátricas o vivir con adicciones, son tratadas por familia, sociedad e instituciones como lo haríamos con una papa caliente (en su juego homónimo).
Mencioné que familiares y gobierno lucen como si esas mujeres les quemaran las manos, así, las pasan a otro lugar, como papa caliente y no como sujetas de derechos.
Dejé pendiente para esta entrega, la tercera categoría, me refiero a ella como: vejez.
En efecto, las personas adultas mayores, van quedando de lado en la marcha de la vida.
Y, si son mujeres la situación se vuelve más crítica, pues la mayoría, en esta condición etaria, viven en pobreza, siendo éste el problema principal.
La discriminación hacia ellas es causa de pobreza, se les considera poco productivas.
Están marginadas a trabajos precarios, mal remunerados o en la informalidad.
Cuando no tienen ingresos suficientes y seguridad social, dependen de algún familiar o de apoyos gubernamentales que no alcanzan para vivir mejor, considerándoles parientes y gobierno una carga.
Si reciben pensión, servirá en muchos casos para apoyar a sus familiares. Son víctimas de varios tipos de violencias incluyendo la sexual y, en algunos casos se les abandona a su suerte.
El estado no garantiza sus derechos más básicos, no destina recursos para una vejez digna.
¿Cuántos hospitales de alta especialidad en geriatría conoce usted? Donde están las terapias ocupacionales, el acceso a estudios y la atención a las discapacidades, no se ven.
La sociedad no ha recapacitado en que, si no podemos con los 15 millones de personas con más de 60 años que según INEGI tenemos actualmente, menos se podrá con el 21.5% de la población de personas adultas mayores (unos 32.4 millones) que según CONAPO habrá para el 2050.
No son papa caliente, aunque quemen las manos de quienes deben resolver, las adultas mayores, las mujeres con enfermedad mental y las que viven con adicciones, son titulares de derechos y así deben ser tratadas.
@INCIDE FEMME