Como pintura cubista del madrileño Juan Gris, o tal vez del malagueño Pablo Picasso, se multiplican imágenes en lúdica expresión; de una escritura igualmente imaginativa y fulgurante en su discurso. Disertación de temáticas diversas que entrelazan dimensiones como espejo de inagotable perspectiva/retrospectiva. De ahí mi alegoría a un lienzo poliédrico; o tal vez una alusión meramente surrealista, pero al fin y al cabo es la pluralidad de lecturas para un periódico con taza de café plasmado en una pintura moderna (y remota a la vez).
Esto me lleva ligeramente por una caligrafía en torno al periodismo cultural que se ejerce en la actualidad, el cual se expone y manifiesta en buena posición muy a pesar de la red cibernética. Su tentativa editorial y de opinión se firma y reafirma en sus diversos géneros por vía de la pluma, la máquina de escribir o el ordenador digital; instrumentos que se traducen en vasos comunicantes para tocar el último eslabón del entendimiento: el lector; ese rostro invisible/inasible que decide explorar con su mirada las páginas de un rotativo que abre múltiples opciones para observar la ventana del mundo.
Así las cosas, la prensa escrita que día con día, semana a semana aguarda paciente la mano del ferviente lector, quien lo lleva a su mesa para concederle una lectura de café adherido en la conjugación de ideas y sorbos humeantes, lo mismo que vierten/convierten en ingredientes que alimentan sujetos y complementos en cada frase, en cada historia.
La redacción y el tiraje de pliegos que cubre nuestra región goza de buena salud. Su pulso crítico es lo suficientemente sagaz en su condición de centinela en una realidad que descubre cada día sus valores y contradicciones; sumando a una clase política cada vez más tozuda y obstinada a la cerrazón por las ideas alternas, y por el contrario, una sociedad civil con mayor apertura y conciencia de entendimiento.
Bajo estas circunstancias el cronista lleva y conlleva un mayor desafío al pretender interpretar ese cubismo imaginario hecho realidad.
Si bien es cierto que las imprentas maquilan sus planas de tinta en tiempo y forma, será siempre oportuno mantener ese espíritu de mejoría en su calidad de contenidos.
Revisar y corregir, marcar pautas y granar las ideas son acciones ineludibles para hacer del periodismo cultural una declaración de principios.