Si hay algo que define a los artistas, y por ende a los compositores en el transcurso de las dos primeras décadas de nuestro Siglo XXI, es ser individualistas bajo una actitud que yo llamaría el ego sapiens, el cual no permite del todo crear vínculos que posibiliten retroalimentar ideas y proyectos bajo una coincidencia de conceptos estéticos en colaboración de grupo. Cierto es que el proceso creativo sucede en la intimidad del estudio de trabajo, pero a la luz de la comunidad podemos establecer las relaciones que nos permitan reconocer algunas coincidencias de criterio y valores culturales para ubicar la obra artística en alianza con otros colegas bajo una declaración de principios de expresión y estilo, y que en su momento lo representaron gremios como los surrealistas y cubistas en pintura, estridentistas en literatura, y los atonalistas en música; todos bajo consigna de un manifiesto que hiciera valer sus fundamentos por los cuales se buscaba ir más allá de su propia y personal producción artística hacia una conciencia más profunda que se traduce en movimientos contraculturales (porque a toda discrepancia deviene un manifiesto como declaración de entereza que busca cambiar una realidad cultural obstinada en la comodidad de una apariencia decorativa e inmutable). Así por ejemplo, en la primera década del Siglo XX fuimos testigos de una de las rupturas estéticas más pronunciadas de la historia conocida como “La Escuela de Viena”, formada por Arnold Schoenberg y dos de sus discípulos: Alban Berg y Anton Webern; su tesis se fundaba en el Expresionismo, y para ello liberaron su música por vía de la atonalidad. Después, en el año 1918, en París, un grupo de jóvenes compositores forman el llamado “Les Six” (Los Seis): Poulenc, Auric, Durey, Honneger, Milhaud y Tailleferre fueron los protagonistas; su manifiesto estaba firmado por el poeta Jean Cocteau. Después, en la misma ciudad luz, cuatro músicos coinciden en su naturaleza y forman en 1936 el grupo que se conoce como “La Jeune France” (La Joven Francia); ellos son: André Jolivet, Jean Yves Daniel-Lesur, Yves Baudrier y Olivier Messiaen.
México no fue la excepción, y en 1935 cuatro enclenques veinteañeros dieron sus primeros conciertos con obras de su autoría; fueron conocidos como el “Grupo de los Cuatro”: Daniel Ayala, Salvador Contreras, José Pablo Moncayo y Blas Galindo. Todo se define en un cónclave de pactos y propuestas hacia la ruptura de modelos establecidos. El Siglo XX se explica por los colectivos artísticos que marcaron pauta con sus propuestas en correspondencia a ideales estéticos como técnicas de creación que culminan en aquello que llamamos “estilo”. Bien convendría esperar de los actuales compositores una apertura que les permita establecer vínculos y salir de su torre de marfil.