Hace años vi un cortometraje francés en el que un hombre entra a un taxi, empieza a platicar con el taxista y, en cuanto éste le pregunta ¿a dónde?, contesta que a ningún lado porque sólo quiere platicar. Me encantó el corto ya que capta a la perfección cómo un coche al servir de taxi se convierte al mismo tiempo en un espacio público como también un espacio privado. Es un medio de transporte que está en movimiento y sirve para viajar. Pero también es un espacio compartido que permite y obliga a la comunicación. Una comunicación con un extraño que no siempre es verbal ya que depende de las personas, la cultura y las circunstancias en las que se da el viaje en taxi. El cortometraje le niega al taxi y su chofer la posibilidad del movimiento para centrarse por completo en las relaciones humanas. Recordemos que en Taxi Driver Martin Scorsese utiliza el taxi como puesto de observación de un protagonista que registra las facetas y nichos de violencia de su entorno. Por otro lado tenemos a Jim Jarmusch quien muestra en Night on Earth traslados e historias nocturnas en Nueva York, Roma, París y Helsinki.
¿Qué motivaría a un espectador ir a ver una película con el título “Taxi Teherán”?
Quizás tenga ganas de conocer la capital de Irán y vivir la experiencia de viajar por sus calles. Está consciente que a través de las ventanillas del taxi verá aceras, cruceros y fachadas de la ciudad y conocerá a pasajeros iraníes que le servirán de guía social y cultural. Pero también habrá espectadores que conocen las circunstancias en las que el director Jafar Panahi realizó su filme y porqué aparece en los créditos como guionista, director, actor y productor. Puesto que no estamos en tiempos de Charles Chaplin quien dirigía, actuaba, editaba, y a menudo musicalizaba, sus filmes, nos parece insólito ver al director detrás de un volante con cámaras montadas en el interior del coche que lo graban a él y a sus pasajeros.
Con Taxi Teherán Jafar Panahi se atrevió a salir de nuevo a la calle después de dos películas realizadas en su propia casa a raíz de una prohibición del régimen de Irán para ejercer su profesión de realizador de cine. Para JafarPanahi el cine es su gran pasión y necesidad vital. Sin embargo, sus películas tachadas de “propaganda contra el sistema” lo llevaron a la cárcel y dieron lugar a una sentencia de “prohibición profesional” de veinte años en 2010. Cuando Taxi Teherán ganó el gran premio del Festival Internacional de Cine de Berlín, la comunidad cinematográfica firmó cartas y desplegados de apoyo para el director. Sin embargo, Panahi no pudo viajar a Berlín para recibir el Oso de oro ni el premio que la FIPRESCI, la Federación Internacional de Críticos de Cine, le otorgó al filme.
Con Taxi Teherán el director no sólo creó una pieza audiovisual de resistencia sino una película profundamente humana que capta historias cotidianas con humor y compresión, pero también con cierta malicia. En su rol de chofer el director reacciona con empatía frente a las situaciones y necesidades de sus pasajeros que conversan, se pelean, ríen, lloran, se quejan de las restricciones y la represión que viven las mujeres, los niños, la cultura y el arte. En el taxi pasa de todo. Un pasajero, por ejemplo, descubre la cámara montada sobre el tablero. Le pregunta a Panahi: “¿Qué es eso? Una alarma?”“No, estoy grabando el viaje. ¿Está bien?” contesta el director/ taxista al hombre que no ve inconveniente. En otra escena la pasajera es una conocida activista social que le narra la historia de una mujer encarcelada injustamente. En uno de los momentos más subjetivos del filme una sobrina de Panahi le platica de una tarea escolar según la que cada alumno tiene que realizar un cortometraje conforme a las estrictas reglas dictadas por la maestra, reglas, que seguramente también aplican para los profesionales del cine. Son esos encuentros y momentos del filme que conmueven al espectador porque siente que desaparece la frontera entre documental y ficción y aparece un relato que no sólo respira autenticidad sino que es auténtico. Por supuesto que Taxi Teherán está realizada como ficción sobre la base de un guión con situaciones construidas y personajes interpretados por actores o conocidos del director. Sin embargo, el hecho de tener al director a cuadro y detrás del volante significa que dialoga con sus personajes sobre lo que le interesa, preocupa y divierte en la vida y la sociedad iraní.
Por suerte en Guadalajara pudimos ver algunos filmes de Panahi como El Globo blanco (1995), El espejo 1997), El círculo (2000), Offside (2006) y Esto no es una película (2011). Con Taxi Teherán Panahi reafirma sus temas y maestría en convertir una situación de censura en un acto y arte liberador.
A mis lectores: La pantalla se toma un descanso. Regresará en septiembre.