Cultura

Siempre habrá un mañana

  • La pantalla del siglo
  • Siempre habrá un mañana
  • Annemarie Meier

La primera noticia que leí acerca de la película italiana Siempre habrá un mañana (C’ è ancora domani) fue el asombro que causó la noticia que en su estreno en Italia en octubre del año pasado superó la taquilla de Oppenheimer y Barbie. ¿Cómo era posible que una película italiana en blanco y negro, escrita, actuada y dirigida como primer filme por una mujer ycon una historia de 1946 llevara al cine a un millón y medio de espectadores? Busqué los datos de la directora Paola Cortellesi y encontré que es una conocida actriz romana de cine y televisión que, a sus cincuenta años, también es moderadora de radio y protagonista de comedias de televisión.. Pensé que el éxito de su película quizás se debía a su popularidad.

Pero me equivoqué. El impacto que causó el filme que se había estrenado en el festival de Roma y llegó a las salas de cine en octubre del 2023, se debió, sin lugar a duda, a sus enormes cualidades. La vigencia del tema, el encanto de la protagonista, interpretada por la guionista y directora, y el estilo fílmico original y moderno respiran autenticidad y muestran con humor el entorno y ambiente de la capital italiana en la posguerra. Un elemento seductor más es la exquisita estética del blanco y negro llena de guiños que rompen con la acostumbrada seriedad de un filme “de crítica social”. Y no olvidemos el desenlace que sorprende por el giro que le da a un drama femenino y familiar para proponer un camino al futuro verdaderamente liberador.

Ubicado en la posguerra, es decir en tiempos en las que en las ruinas que dejó la Segunda Guerra Mundial, nacíó el llamado neorrealismo italiano con películas como Ladones de bicicleta de Vittorio de Sica (1948), C’ èra ancora domani se nutre de aquel movimiento de “cine social”, al mismo tiempo que rompe con su realismo al utilizar el humor, como arma desmitificadora, los efectos visuales como lenguaje moderno y la música como instrumento cargado de ironía y sátira.

La historia es sencilla: Diana (Paola Cortellesi) es una mujer y madre de tres hijos, casada con un típico macho, convencido de que la masculinidad se muestra a través del ejercicio del poder brutal sobre la mujer y la familia. Al repetir el patrón de conducta de su padre, que le aconseja pegar un poco menos a su mujer ya que se podría acostumbrar a ello, también exige de Delia que cierre la boca y no opine. Al disculpar la irritabilidad y amargura de su marido con el hecho de que ha servido en dos guerras, Delia vive con precaución y se esfuerza en proteger a sus hijos frente al padre golpeador y el suegro que la trata como sirvienta. En constante movimiento por cumplir con varios trabajos y llevar dinero a la casa, la mujer visita a un amiga del mercado, platica con un enamorado de juventud y se gana la simpatía de un soldado norteamericano de color. Interesante que entre tantos problemas, apuros y humillaciones, Diana sigue siendo alegre, emprendedora y muy lista.

Las cualidades del personaje de Diana, la inteligencia y el tino de la directora Paola Cortellesi, convierten el filme que denuncia el machismo y la violencia intrafamiliar en un relato de resistencia femenina frente al patriarcado. El marido de Delia es un verdadero patán brutal. Pero su padre, el padre del novia de la hija y el mismo novio que empieza a manifestar conductas posesivas, muestran que el patriarcado es un mecanismo aceitado que somete finalmente igual a hombres como a mujeres. En el día a día en la familia y los distintos grupos sociales, se repiten gestos y expresiones que rebajan a la mujer. Según el suegro de Delia no es grave, pero se ve feo, pegarle a una mujer y se oye mal escucharla llorar. Según las vecinas chismosas no hay que involucrarse ya que Delia tiene algo de culpa: Opina demasiado y no siempre cumple con su rol femenino.

Un largo travelling que sigue el caminar de Delia al inicio del filme, muestra una ciudad de Roma en movimiento, una cámara giratoria el momento feliz de gozar de un pedacito de chocolate, una corografía de baile que resuelve una escena de violencia familiar, ironiza los rituales de pareja. El filme está lleno de momentos que detienen

el flujo de la historia y se dirigen al espectador y su capacidad de interpretar y reflexionar frente a lo que está viendo. La película está hecha el espectador de hoy y para recordarle que el patriarcado tiene tradición y está férreamente instalado. Por las costumbres, la educación, los rituales sociales y la iglesia, a Italia le está costando trabajo romper el patriarcado y establecer la igualdad de género. Si recordamos que en aquel país el divorcio se legalizó hasta el año 1970, entendemos quizás el hecho de que con Giorgia Meloni como Presidenta del Consejo de Ministros de Italia, la ultraderecha está combatiendo la despenalización del aborto que se instauró hace 46 años. En esta nueva ola antifeminista, un filme como Siempre habrá un mañana es festejado como esperanza. “Cantemos con la boca cerrada”, dice la letra de una canción que escuchamos en el desenlace.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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