El diablo entre las piernas de Arturo Ripstein se exhibió en el Festival de Morelia y la Cineteca Nacional en 2019 pero su estreno en las salas de cine se retrasó por la pandemia. Por fin la pudimos ver y dejarnos impresionar por la maestría con la que Ripstein construye una historia y observa a personajes atrapados en un universo tan intenso que nos quita la respiración. El filme despierta debates y polémica por la radicalidad con la que el guión de Paz Alicia García Diego y la puesta en cámara y escena de Arturo Ripstein - en contubernio con su fotógrafo y actores – rompe convenciones y tabús temáticos y visuales. García Diego y Ripstein no juegan a hacer cine para un público complaciente, la crueldad con la que los personajes sufren y se desgarran no recurre a trampas emocionales sino que muestra sin tapujos el dolor del deseo reprimido y la agresividad y vileza que resultan de la frustración.
Durante los créditos iniciales de El diablo entre las piernas escuchamos una canción que la cabaretera Lola (Marlene Dietrich) canta en El ángel azul de Josef von Sternberg. La película alemana de 1930 narra el caso de un estricto profesor de colegio de edad mayor que se enamora de una coqueta cabaretera cuya canción predilecta dice: “Estoy de pies a cabeza hecha para el amor. Sólo puedo amar y nada más, Los hombres revolotean alrededor mío como las polillas alrededor de la luz. Si se queman no es mi culpa”. Como Leitmotiv de El diablo entre las piernas la tonada se escucha con piano en varias secuencias del filme que muestran la obsesión y los celos enfermizos de un hombre de edad por su esposa, también mayor, pero vital y sensual, aunque con sentimiento de culpa. El hombre (Alejandro Suárez) no tiene nombre, le llaman “el viejo” y así aparece en la primera escena a través de la rendija de una puerta y después, caminando en bata hacia el cuarto de su mujer. El viejo es descuidado, amargado y celoso y denigra a Beatriz (Silvia Pasquel) con actos y palabras hirientes, expresiones que ella, estando sola, anota en una libreta. La casa con sus habitaciones sobrecargadas de muebles, tiliches y espejos, es la cárcel de un matrimonio que se espía, evita, agrede y es observado por la joven criada Dinorah (Greta Cervantes). El exterior de la casa es el espacio de la realización de las fantasías: El macho herido se consuela con su amante (Patricia Reyes Spindola) y Beatriz a través de bailar Tango con un aficionado de la escuela de baile (Daniel Jiménez Cacho).
El diablo entre las piernas utiliza la estética del blanco y negro y la observación de la conducta y las obsesiones humanas a la manera de Buñuel en Él, Viridiana y Diario de una camarera. “El viejo” desarrolla celos por miedo a la sexualidad y el poder femenino. La mujer y la criada sufren pero aguantan – y apoyan - las agresiones por sentirse culpables.
Annemarie Meier