La estética del blanco y negro como estilo y portador de sentido de una película es bastante frecuente en el cine actual. La semana pasada escribí sobre el filme mexicano Arillo de hombre muerto de Alejandro Gerber Bicecci donde el blanco y negro y el metro de la CdMx construyen una poderosa metáfora. En otras películas se utiliza para hacer alusión a épocas pasadas, señalar material de archivo, marcar o distanciarse de “la dura realidad” o resaltar el carácter de cuento de hadas. El caso de Wim Wenders y La alas del deseo (Der Himmel über Berlin, 1987) es especialmente interesante ya que utiliza el blanco y negro para caracterizar la manera de ver de los ángeles en comparación con el color de la mirada humana. La espiritualidad y eternidad de la falta de color contrasta con la realidad, sensualidad y mortalidad colorida de los humanos.
Si hay una película en la que el blanco y negro es al mismo tiempo estilo, tema e identidad de época es La chica de la aguja (The Girl with the Needle, 2024) del realizador Magnus von Horn. Interesante que como sueco que vive en Polonia von Horn se haya interesado en adaptar al cine el caso real de una asesina serial danesa que provocó un escándalo –y trauma nacional– a inicios del siglo veinte. Nombre, tipo de crimen, proceso legal y sentencia de la mujer que se muestran en la película, coinciden con el caso real, al igual que el nombre y las características de una de las víctimas a las que la mujer había ofrecido ayuda para encontrar una familia adoptiva para su bebé al que terminó asesinando.
El director y su coguionista Line Langebek Knudsen decidieron narrar el caso bajo la perspectiva de la joven costurera Karoline (Vic Carmen Sonne), quien, como esposa de un soldado desaparecido en la guerra, se embaraza de su jefe que le promete un futuro con seguridad económica. Al ser rechazada por la madre del hombre y despedida del trabajo, Karoline quiere abortar pero Dagmar Overby (Trine Dyrholm) le promete ayudarla después del nacimiento del bebé. En contra del deseo de su esposo quien regresó de la guerra desfigurado y portando una máscara, Karoline acepta la ayuda de Dagmar. La relación entre las dos mujeres, el descubrimiento de la actividad de Dagmar y su proceso legal, desarrollan una trama de amistad, represión y maternidad.
La exquisita estética en blanco y negro se nutre del expresionismo alemán y de citas y homenajes a filmes de los años veinte del siglo pasado. Puesto que fue la época en la que sucedió el caso de Dagmar Overby, el director y su cinefotógrafo polaco Michal Dymek, muestran a personajes, entornos y un diseño de arte inspirado en El gabinete del Doctor Caligari (1921), La escalera de servicio (1921) y Nosferatu (1922). Los exteriores realizados en Polonia y la caracterización de los personajes –incluido el ex soldado enmascarado– impactan por la fuerza con la que muestran el dolor por los marginados: Mujeres que, sin apoyo, tienen que dar a luz, ya que se castiga tanto el embarazo como el aborto, los supervivientes mutilados por la guerra, los niños sin familia y los ejércitos de obreros que –como en el cineminuto de los hermanos Lumières (1895)–, salen de la fábrica donde no ganan ni para alimentarse. La chica de la aguja narra un drama social que no se olvida.