Cultura

'Belfast': Ser niño en 1969

  • La pantalla del siglo
  • 'Belfast': Ser niño en 1969
  • Annemarie Meier

En los primeros minutos de la película observamos un montaje de imágenes a color con edificios, castillos, un puerto, filas de casitas populares y murales con retratos de obreros mientras escuchamos una alegre canción. El título Belfast - capital de Irlanda del Norte-, las imágenes en blanco y negro y la indicación “15 de agosto 1969” bastan para revivir en nuestra memoria los cruentos enfrentamientos que vivió la región  durante el conflicto llamado The Troubles que duró treinta años. Recordemos que el 14 de agosto de 1968, es decir un día antes de la fecha en la que arranca el filme, Gran Bretaña intervino con tropas en Irlanda del norte y empezó la caza antiterrorista que causo muchas muertes, detenciones, juicios y destrucción. El conflicto motivó más tarde la realización de películas como Juego de lágrimas (Neil Jordan 1992), En nombre del padre y Michael Collins (Jim Sheridan 1993 y 1996) y Bloody Sunday (Paul Greengrass 2002).

En Belfast el guionista y director irlandés Kenneth Branagh nos comparte sus experiencias y recuerdos de los sucesos de la época. Como niño de nueve años, nacido y crecido en un barrio obrero de Belfast, le tocó vivir el drama desde la perspectiva infantil, familiar y social. Su filme no es de corte político ni describe el horror de bombazos, vallas y enfrentamientos que se produjeron en aquellos años. En Belfast Branagh describe con sencillez, empatía e incluso humor, los recuerdos infantiles en un vecindario popular, una familia con padres, hermano y abuelos cuyas vidas cambiaron por la interrupción de la violencia que se vivió en Irlanda del Norte. La exquisita estética del blanco y negro, los dramas de los personajes y el trabajo de dirección, cámara y sonido - con canciones de Van Morrison -, son tan impactantes como bellos.

La belleza y el humor, sin embargo, no le quitan la crueldad al drama que vive el pequeño Buddy (Jude Hill). Para el niño su barrio es un mundo feliz. Todos se conocen y si su madre lo busca para comer, simplemente lo llama por su nombre y las vecinas se encargan de pasar la voz. Las agresiones de grupos de choque contra los habitantes, las vallas con control de tránsito y la presión hacia el padre, crispan el ambiente, tensan el matrimonio e inquietan profundamente al pequeño cuyo mundo parece desmoronarse.

Buddy vive los conflictos del entorno sin entender de lo que tratan. La conducta de los adultos lo confunde. Mientras que su padre le comenta que el catolicismo está basado en el sacrificio, en la iglesia protestante a la que pertenecen, el pastor grita como loco  contra los débiles que no tienen fe. En medio de su confusión Buddy, sin embargo, también vive momentos felices. Cuando juega, descubre su primer amor, platica con los abuelos o acompaña a sus padres al cine para ver, a todo color, películas con Raquel Welch y Chitty Chitty Bang, Bang. Con su filme de corte autobiográfico Kenneth Branagh, quien nació en Belfast, estudió teatro en Londres y llevó al cine varias obras de Shakespeare, nos regaló la versión subjetiva de una lección de historia y una experiencia fílmica de gran belleza.

Annemarie Meier


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