Luis Inácio Da Silva es un personaje carismático, forjado desde el corazón de la lucha de los trabajadores por alcanzar condiciones de vida más dignas.
Fue líder obrero y fundador del Partido de los Trabajadores al que abanderó de manera infructuosa en tres ocasiones por la presidencia de Brasil, hasta triunfar en el cuarto intento, ser releecto para el siguiente periodo y como y se ha escrito “entrar a la historia por la puerta grande”, (Brasil, el legado económico de Lula: éxitos y límites / Pierre Salama).
Si seguimos su hoja de vida, veríamos que los orígenes de Lula le hicieron sensibilizarse con los más necesitados, porque experimentó la asfixiante carga que significa la pobreza. Al llegar al poder, Lula da Silva encontró un país agobiado por la inequidad y puso en marcha el emblemático programa Hambre Cero, emulado por gobiernos en todo el continente y de todos los niveles.
Aunque su gestión redujo los índices de pobreza de Brasil, las transferencias económicas a grupos vulnerables no explican ese éxito, y sí la generación de empleos, mejoras salariales, estabilidad y crecimiento económico, éste último cobró mayor impulso en su segundo periodo de gobierno, ya que en el primero se dedicó a ordenar la casa.
Al verse envuelto en escándalos de corrupción y ser encarcelado en un polémico juicio, Lula da Silva antagoniza ahora con sectores de la sociedad brasileña.
A grandes rasgos, así podríamos describir los principales aspectos de la vida, y como gobernante de Lula da Silva en Brasil, quien encarna al líder de izquierda a la que todo el que se asuma de dicha ideología puede aspirar: un gobierno cerca de los necesitados, pendientes de sus necesidades y con buenos resultados.
Hoy los brasileños tienen la posibilidad de dar marcha atrás a la mala gestión del populista Bolsonaro, pero el ganador de la contienda encontrará condiciones en la economía mundial distintas, producto de la pandemia por Covid, la guerra de Rusia con Ucrania y los propios desajustes en la economía brasileña.
Por eso me parece importante seguir las propuestas del líder brasileño, luego del encarcelamiento al que fue sometido en un juicio al parecer contaminado de injusticia, del cual salió fortalecido para enfilarse a un tercer mandato ya que aventaja en las encuestas a Bolsonaro. Todo parece indicar que Brasil se sumará a la ola de gobiernos de izquierda en América Latina.
Del anecdotario:
Era mi primer evento como gobernador constitucional. Se trataba de la Convención Nacional Bancaria, celebrada en Acapulco.
Acudí al aeropuerto por el autoritario Felipe Calderón (quien se creyó haber ganado la Presidencia) y en el trayecto, le pedí que reconsiderara su decisión de quitarnos el Tianguis Turístico, lo cual le molestó tanto, que me amenazó con quitarnos también el evento bancario: “Mira, gobernador, no me vuelvas a pedir que se quede el Tianguis Turístico en Acapulco, porque si no, el año próximo ya no habrá Convención Bancaria”.
No le hice caso, y en mi discurso lo volví a solicitar, como era mi convicción, por lo que no volvimos a cruzar palabra hasta que concluyó la ceremonia.
Los banqueros habían llevado como invitado especial a Lula da Silva, de quien recuerdo expresó: “Ningún equipo de futbol quiere un portero sin suerte, un presidente también necesita suerte”.
Comentó también que el soñaba con el día que Petrobras y Pemex pudieran unirse.
Pero la frase que más me agradó fue cuando exhortó a los bancos a extender sus créditos hacia los pobres: “El pobre paga sus deudas, porque sabe que lo único que tiene es su nombre y su rostro, y le da vergüenza deber…”, dijo.
La vida es así.
Ángel Aguirre Rivero**Ex Gobernador de Guerrero