Lamer rápido: definición breve y económica de lambisconear. Lamber. Del latín lambere, verbo que también se encuentra en el vocablo “lamprea”: ese pez sin mandíbula y con boca circular llena de dientes, que se pega a sus presas para vivir royéndolos. Animal gelatinoso en forma de serpiente, que se arrastra por el fondo de los océanos y, al hacerlo, parece que estuviera lamiéndolos. Lugar desde donde la palabra viaja a relamer o tornarse relamida. Como el pelo de los antiguos políticos y también de algunos nuevos: pegadito, pegadito, para que aunque esté lamido y relamido parezca pulcro. Arte del parecer aunque no sea. Lambiscón, lambisconería, lambisconear. ¿Cuántos lambiscones caben en un mismo gobierno? Pegados al suelo. Viviendo del otro al que lambisconean. Con el pelo relamido. Por lo menos el sábado pasado uno de ellos tomó el micrófono.
Lambisconear: acción de aquel que dice que antes de traicionar al Presidente prefiere no ser nada, el que aprueba leyes sin leerlas, el que discute en la Corte sin tener basamento y mantiene la fuerza de cara para no sonrojarse o hacer gestos que lo delaten. No, el fenómeno del que lame o lambe no es nuevo. Es tan viejo como el poder mismo. Sucede tan solo que el sábado se escuchó a través de un micrófono y resonó por los cuatro costados del Zócalo.
Serviles, aduladores o, como el filólogo y escritor Antonio Alatorre los describiera: “esos que se meten en todo, esos que están pide y pide, esos que están habla y ha-bla, esos aduladores de los políticos, son unos metiches, unos pi-dinches, unos habliches, y unos lambiches o lambiscones. Se creen adultos, y algunos hasta caguiches son”.
La demostración del sábado contra la Corte fue pequeña. Unas cuantas personas y un par de féretros, uno con la foto de la ministra presidenta y otro con la del ministro que argumentó la inconstitucionalidad del plan B que el Presidente propusiera contra el INE. No lo juzgo, solo me parece pegosteoso el origen, saber de dónde viene. No surge del pueblo y quizá de eso nos sirva la demostración. Entender el camino que se sigue para poner en boca del pueblo, palabras que no surgieron de él. Babosas, ensalivadas, previamente lambisconeadas.
Detrás de los dos féretros el gobernador orador recalcó que la demostración era pacífica, como si la violencia simbólica no existiera. Un pueblo con tantos muertos como el mexicano jamás hubiera usado féretros. Especificó también que la idea no había sido del Presidente sino de él y de los legisladores de su partido. No había necesidad de aclararlo, la saliva aunque viscosa, es transparente. Dijo que él solo iba contra los ocho ministros que habían votado en contra del Presidente. Tampoco había necesidad de recordarlo, a estas alturas de la confrontación diseñada, todos sabemos quién es quién entre los ministros. Ocho a favor de la Constitución, tres sometidos a las decisiones presidenciales. Habló de la gran aceptación del Presidente poniéndola por encima de la Corte, evidenciando con ello, que no solo no entiende la división de poderes sino la esencia misma de la democracia.
No hay duda, la boleta electoral nos llegará ensalivada, habrá que apoyar con fuerza el lápiz para lograr los contrapesos que los lambiscones embarran para que todo se resbale.