Política

La imagen del año

¿No le parece curioso que teniendo una mente tan brillante como la que pensamos que tenemos, no hayamos podido descifrar del todo cómo es que guardamos en la memoria las cosas que jamás olvidamos? Imágenes, palabras, recuerdos tan cuidadosamente archivados, que podemos echar mano de ellos en cualquier momento y siguen intactos o, de manera aún más sorprendente, vienen a nosotros aún sin haberlos llamado. En la corteza cerebral —dicen los científicos—, ahí es donde están guardados. Esa fina película de entre dos y cuatro milímetros que cubre el cerebro y está hecha de materia gris. ¡Qué tan poco sabremos del asunto que ni siquiera el lugar tiene nombre propio! “Materia gris”, “sustancia gris”. ¿No se nos ocurrió nada mejor? Es como si a la sangre le llamáramos sustancia roja y a las lágrimas, sustancia incolora. Una sustancia gris que, a diferencia de la arena en la playa, no borra las huellas que le pasan por encima, las hace cada día más hondas y mejor delineadas. Estas, las que siguen, son las huellas que nos dejó el 2022: imágenes imborrables de lo que somos y ya no podremos dejar de ser, porque nos dejaron marcados, por lo menos en la corteza cerebral.

Un perro color miel caminando por la calle, quitado de la pena y también de la congoja, con la cola erguida de orgullo, llevando en el hocico la cabeza aún sangrante de un hombre. Los colmillos del animal detienen la cabeza por la barbilla por lo que el rostro cuelga de cabeza con los pelos hacia el pavimento. De forma inevitable giramos la propia cabeza para ver si así entendemos los rasgos del descuartizado y cómo es que esa cabeza de cabeza, hace también un país de cabeza. Ahora, trate de olvidar la imagen de ese perro caminando durante todo un día por las calles de Zacatecas. La de un país militarizado en el cual no cesa la violencia. Un país donde se pregonan los abrazos y son los perros callejeros los que capturan presas.

Y así como tenemos muertos, también tenemos muertas. Tantas. De entre las 11 asesinadas que tiene México diariamente, podríamos nombrar el retrato sonriente de cada una y, sin embargo, nos quedamos con la imagen de una de lejos, un tanto borrosa que no podemos olvidar. Debanhi de perfil, parada a la orilla de la carretera. Una imagen devastadora, porque es una foto tomada minutos antes de su muerte. Tan cerca y tan lejos. Pudimos haberla salvado y la dejamos morir. Debanhi bonita, de perfil, abrazándose a sí misma, mientras su cuerpo, su pantalón marrón y su bolsa negra se funden con el desierto y con la madrugada. Mujeres mexicanas, fundiéndose con la noche sin que nadie haga nada.

Violencia, militarización, muertos y muertas. Esas son las postales con las que se presentó México este año. Lo cual nos lleva a un presente oscuro. Un hoyo. Esa es la imagen del año. Un hoyo grande como todo lo que prometía ser y no fue, un hoyo de cuerpo entero donde habitan nuestros muertos y nuestras muertas, los que tenemos y los que todavía no encontramos o un hoyo pequeño como el que hicieron las balas en la lámina de la camioneta de Ciro Gómez Leyva. Un México lleno de hoyos. Todos con un fondo oscuro en donde se acaban las cosas: la vida, la palabra, la democracia y la libertad.

No será gris la materia donde guardaremos las imágenes de este año, será roja.

Ana María Olabuenaga

@olabuenaga

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Ana María Olabuenaga
  • Ana María Olabuenaga
  • Maestra en Comunicación con Mención Honorífica por la Universidad Iberoamericana y cuenta con estudios en Letras e Historia Política de México por el ITAM. Autora del libro “Linchamientos Digitales”. Actualmente cursa el Doctorado en la Universidad Iberoamericana con un seguimiento a su investigación de Maestría. / Escribe todos los lunes su columna Bala de terciopelo
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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