Todos lo hemos visto, en blanco y negro y hasta a colores. Un policía entra de manera abrupta al pequeño cuartito gris de interrogatorio con el gran espejo que por el otro lado es cristal para mirar sin ser mirado. Una mesa, un par de sillas. El policía patea una de las sillas, se sienta y pone la pistola sobre la mesa cuidando que el cañón apunte al detenido. El policía no solo tiene cara de pocos amigos, tiene cara de no tener un solo camarada. O tal vez sí, uno: su compañero policía que entra detrás de él con un café humeante entre las manos al que sopla despacio y distraído. Sonríe con cara de buena persona al detenido. Una cara casi, casi, de no ser policía. Se queda parado recargado contra la pared, simulando mayor interés por su café que por el detenido. Empieza la rutina del good cop-bad cop. El policía bueno y el policía malo.
Se trata de una técnica psicológica de interrogación. El bad cop será el agresivo, el violento, el implacable, el de los comentarios insultantes. El good cop será el condescendiente, comprensivo, simpático y amable. Desde el principio caemos en cuenta, todo es un montaje. La rutina es solo una coreografía para lograr lo que los espectadores ya sabemos, condenar al implicado.
Si uno se acerca y mira con atención a través de ese cristal que del otro lado tan solo es un espejo, se puede observar que esta técnica ejercida desde la Odisea, pero desarrollada en la década de los 40 por el policía norteamericano especialista en polígrafos, John E. Reid, tiene un enorme parecido con lo que hoy estamos viviendo en México como las consultas populares.
Tomemos como ejemplo la próxima a desarrollarse. Surgió casi, casi, sin darnos cuenta. Casi, casi de manera espontánea. Juzgar a los cinco ex presidentes anteriores.
El Presidente ha dicho que debemos olvidar lo que él considera son los “delitos” de los ex presidentes, pero al pedir el olvido, nombra cada uno de esos supuestos delitos haciendo más poderosa la memoria que el olvido. Por obvias razones, los interlocutores que lo escuchan se oponen, ¿en qué cabeza cabe que se puedan olvidar esa clase de “delitos”? Con ello, la dinámica primaria del good cop y el bad cop se establece. Mientras más diga uno que no quiere hacer algo, con mayor fuerza deseará el otro hacerlo cuanto antes.
El good cop pide la amnistía, para no quedar “empantanados en el conflicto”, en el “escándalo”, pero el que tomará la decisión será el bad cop. Queda claro hacia dónde se inclinará el resultado.
La mecánica en la consulta del aeropuerto fue similar. Se esgrimieron decenas de argumentos en contra, pero siempre se cerraba la diatriba asegurando que uno podía votar por lo que quisiera. Resultaba previsible el desenlace. El que dio una patada en la silla, el intransigente e implacable fue el pueblo que votó. Ese, entonces y ahora, será el bad cop.
Ni duda cabe que el manejo de la opinión pública de esta manera resulta además de singular, muy efectivo. Algo así como una jugada de billar, se le pega a la banda pero al final la bola hace lo que a uno le da la gana.
Queda pues claro que, en las consultas, el pueblo bueno solo será sabio, porque su rol es y será, el de ser el malo.
@olabuenaga