En el último decenio del siglo XX, se propagó la promoción de becarios del CONACULTA; en el marco de las intervenciones político-culturales, del llamado T.L.C.(trato de libre comercio de América del Norte) prolegómeno a la economía global y al periodo de transición democrática que los sueños y desvelos traicionados llamaron alternancia.
En esa década, los salarios cayeron y el dato de más impacto fue sin lugar a dudas la población que sufrió los efectos devastadores de las pésimas gestiones: Foxista, Calderoniana y Peña Nietista, que hundieron a la población en la pobreza extrema, durante los veinte años de esfuerzo privatizador, corrección al llamado error de diciembre o Zedillismo.
Los procesos de legitimación del discurso patrimonialista sorprenden pero no por su perseverancia o necedad, sino por ser parte de un olvido, que cala hondo en el tema de la función que debe cumplir la cultura en el seno de una sociedad tan dividida, como la de nuestro país.
Las políticas radicales de libre mercado que han impulsado los tres niveles de gobierno han provocado la devastación, pobreza y condiciones de vida indigna para la mayoría de la población de nuestro Estado. No hay comunidad, pueblo, o zona metropolitana, que en aras del llamado a invertir en las "reformas estructurales", no sea víctima de la explotación que llega disfrazada de más trabajo y menos ingresos.
La Secretaria de Cultura del Estado de Jalisco, pionera en la denominación, sigue navegando sin proyecto, todo mundo está en la incertidumbre, especialmente cuando ni siquiera se da a conocer una lista de tarifas para la renta de los espacios públicos que administra la misma, y sus objetivos se encuentran cada día más ajenos al ciudadano que se interesa en los rincones del arte, los patrimonios culturales inmateriales, o las industrias culturales.
El Estado quiere aumentar su capacidad de orientar con oleadas de autoritarismo su modelo de industria cultural, olvidando que para ese propósito hacen falta leyes dedicadas a un sector donde la realidad burocrática (burocracia pues) cree que lo puede hacer mejor que sus ciudadanos, olvida, que los grandes conflictos surgen cuando los gobiernos piensan que ellos pueden hacer las cosas mejor que los ciudadanos y, por consecuencia los sustituyen.
Ese objetivo de la Secretaria de Cultura, muy en su papel reformador; no escucha a los creadores, lo mismo sucede en la capital del Estado, en Zapopan, en la Zona Norte del Estado y resto del Jalisco, con su plan de rentar el patrimonio cultural inmaterial de la sociedad jalisciense, la Secretaria de Cultura en su proyecto de reorientación capitalista en curso, olvida las resistencias de los creadores que continúan en su papel de disidentes y reclamadores al menos de seguridad social.
Que el próximo año no disminuya la capacidad de resistencia, de los comuneros de Mezcala, de los indígenas del Sur de Jalisco, de los Wixaritari, de los creadores y artistas de Zona Metropolitana de Guadalajara, del colectivo Códice, de los que saben áspero enfrentar la esperpéntica burocracia que se cree, dueña de los espacios públicos.
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