Política

Yo taxista

Ahora soy taxista y a mucha honra. Cuando lo publiqué en mis redes sociales recibí comentarios de todo tipo.

Desde palabras de aliento personas que lo consideraban como algo muy malo, indigno, hasta propuestas de agencias de relaciones públicas que me querían contratar para entrevistar estrellas del espectáculo, en movimiento, y subir las grabaciones a sus redes sociales.

Jamás imaginé que esta humilde aventura se fuera a convertir en lo que se convirtió, pero lo juro que ha sido algo muy hermoso para mí. Convertirme en taxista me cambió la vida.

Todo comenzó un día en que la gente del Consejo de la Comunicación se acercó a mí.

Como usted sabe, ellos son “la voz de las empresas” y realizan una labor fundamental a través de campañas que promueven actividades tan importantes como la lectura, de campañas que sensibilizan al país sobre lo que las empresas hacen por todos.

Ellos seleccionaron a algunos de los mejores influencers de México para hacer un experimento social que iba a consistir en manejar un taxi, transportar a personas que no supieran nada de esto, como usted o como yo, y entrevistarlas en el camino.

Lo primero que me emocionó fue que una instancia tan seria como el Consejo de la Comunicación me considerara como uno de los mejores influencers de México.

En verdad me siento muy honrado con esta distinción y sin dudarlo, acepté.

Me citaron en “mi base” ubicada en la Bodega Aurrerá de Plaza Churubusco y comenzó mi capacitación a cargo del señor Miguel Ángel Sánchez.

No tiene usted una idea de todo lo que aprendí y de lo mucho que quiero y respeto ahora a los taxistas. Es impresionante la cantidad de requisitos y lo que cuesta dedicarse a esto en nuestra nación.

Y ni le cuento de la competencia, de lo complicado que es circular por las calles y avenidas de una ciudad como ésta y, lo más delicado de todo: la responsabilidad.

Quiero darle las gracias públicamente a Miguel Ángel, a mis compañeros de la base y al Movimiento Nacional Transportista por sus enseñanzas y por su apoyo porque luego vino lo mejor: los pasajeros.

Yo sabía que iba a charlar con muchas personas, pero no que el contacto con ellas me iba a transformar.

Más allá de todo lo que me dijeron de “la voz de las empresas”, sigo procesando las historias que me contaron, sus lecciones de vida, lo mucho que aprendí.

A veces me reconocían. A veces, no. Obviamente estábamos usando cubrebocas y respetando todos los protocolos sanitarios, pero le doy mi palabra de que todo fue de verdad.

Tengo entendido que el Consejo de la Comunicación va a seleccionar las mejores historias, que las va a editar y que las va a publicar en un par de días en diferentes redes y plataformas.

Le suplico que busque el resultado porque es bastante revelador y, en mi caso, una experiencia fantástica que le recomiendo a todos los que nos dedicamos a la comunicación y que de repente perdemos el contacto real con las audiencias.

A mí se me removieron muchas cosas muy profundas con estos viajes. Usted no está para saberlo ni yo para contarlo pero, por ejemplo, en sus últimos años de vida, mi padre manejó un taxi en Monterrey.

Imagínese todo lo que pasaba por mi alma ante esto, ante una pasajera que insistía en darme propina después de llevarla a su casa o ante dos hermanos que me pidieron que los esperara afuera de su destino porque querían presentarme a su mamá. La señora era mi fan.

Me encantó colaborar en esta aventura y aunque tengo que dejar el taxi para continuar con mis otras actividades profesionales, a partir de ahora siempre seré taxista y a mucha honra. Se me quedó en el corazón.

Todos deberíamos cambiar de oficio en algún momento de la vida para entender dónde estamos parados. Todos deberíamos ponernos en los zapatos de los demás, aunque fuera por un ratito, para comprender que vamos juntos, que somos uno.

Gracias al Consejo de la Comunicación por esta maravillosa experiencia. Gracias a todas las personas que me permitieron el privilegio de llevarlas con bien a sus hogares. ¡Vamos por más!

Álvaro Cueva
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Álvaro Cueva
  • Álvaro Cueva
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  • Es el crítico de televisión más respetado de México. Habita en el multiverso de la comunicación donde escribe, conduce, entrevista, da clases y conferencias desde 1987. publica de lunes a viernes su columna El pozo de los deseos reprimidos.
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