Quiero que discutamos los “spots” de “alimentación saludable” del gobierno de México.
Son una porquería que ensucia la programación de los medios de comunicación, algo tan enfermo como la “escuela para padres” de Vicente Fox.
Es meterse en donde no se debe, como no se debe y tirando un dinero que se debería estar utilizando en otras cosas, especialmente hoy.
¿Pero sabe qué es lo peor? Que es una campaña de odio disfrazada de nutrición. Es justo lo que no necesitamos.
¿A qué me refiero cuando hablo de los “spots” de “alimentación saludable”?
A esos grotescos “anuncios” donde unas botargas horrendas fingen participar en competencias deportivas mientras una narración descaradamente maniquea le echa la culpa de los problemas de obesidad, salud y hasta de COVID-19 a marcas como Coca Cola y Marinela.
Yo no sé por qué el gobierno de Andrés Manuel López Obrador odia tanto a las pocas corporaciones que todavía generan empleos en este país ni por qué nos quiere vender la idea de que un problema multifactorial como la obesidad es producto del neoliberalismo.
Pero sí es muy sintomático que mientras su gente nos engaña con la idea de que las azucaradísimas aguas frescas son lo mejor que podemos tomar y de que no existe nada más sano que comer elotes, el discurso de los que sí saben vaya por otra parte.
Instancias tan serias como History llevan años produciendo documentales sobre las aportaciones económicas, sociales y culturales de las golosinas estadounidenses.
Son tan buenos que terminan por inspirar a las multitudes hacia asuntos increíblemente positivos como la superación personal y la creación de empresas.
¿Y qué está haciendo Netflix? Programas como “La divina gula” que honran la creatividad gastronómica del pueblo de México para rellenar conchas, inventar tortas de chilaquiles y ofrecer antojitos de a kilo.
¡Y las audiencias están felices! Más allá del éxito de popularidad, la gente se siente tomada en cuenta, respetada, homenajeada.
Es verdaderamente violento el contraste entre todo esto y la agresividad, la arrogancia, de nuestras autoridades.
Yo pensé que todo esto de las malas campañas iba a cambiar con la Cuarta Transformación. Evidentemente me equivoqué. Se puso peor. Retrocedimos hasta en valores de producción.
¿Con qué cara le pide el gobierno a las madres de familia que le preparen consomés de pollo a sus hijos cuando el pollo cuesta una fortuna y nuestras mujeres están siendo asesinadas?
¿Con qué autoridad moral le recomienda el gobierno a la gente más pobre de esta nación que sustituya los pastelitos por algo tan estúpidamente caro como las fresas?
¿Hace cuánto que esos burócratas no compran fresas? ¿Hace cuánto que no las desinfectan? ¿Hace cuánto que no las tienen que cargar en contenedores especiales para que no se aplasten de tan delicadas? ¡Por qué son tan insensibles!
Yo podría estar aquí todo el día criticando imagen por imagen, frase por frase, “spot” por “spot”, pero mejor cierro con esta pregunta:
¿En verdad hay alguien que crea que la salud del pueblo de México va a mejorar gracias a esos “spots”?
¿Entonces para que los hacen? ¿Qué hay detrás de ellos? ¿Cuál es la verdad atrás de este anticuado, mediocre e innecesario ejercicio de odio?
Álvaro Cueva