La noche del miércoles 2 de abril ocurrió algo particularmente importante en el mundo político, social, cultural y de la diversidad de nuestro país:
Se inauguró “La segunda venida del Señor” en el Museo de la Ciudad de México.
¿Dónde está lo particularmente importante? En la capacidad de respuesta de la administración de Clara Brugada, en los mensajes que se están mandando y, por supuesto, en la relevancia de la obra del maestro Cháirez.
Por si esto no fuera suficiente, le tengo otras sorpresas al final de esta columna.
Como usted sabe, la exposición “La venida del señor” se presentó hasta hace muy poco en la Academia de San Carlos, que es de la UNAM.
Por increíble que parezca, a estas alturas de la historia de la humanidad y para una institución que se las sabe de todas, todas, en materia de arte y de leyes, un grupo conservador consiguió censurar estas pinturas.
¿Por qué? Porque según ellos, estas exquisitas obras de arte que actualizan lo sacro llevándolo a lo erótico y a lo diverso, promueven la “cristianofobia”.
¿Puede haber una estupidez más grande? Primero, qué ciegos están. “La venida del señor” es amor, la posibilidad de colocar a las monjas y a los sacerdotes en nuevas posiciones, la oportunidad de oro para conectar con las nuevas generaciones.
¡Pero lo arruinaron! No cabe duda, la belleza está en los ojos de quien mira y quién sabe qué tengan esos abogados en el alma porque, siendo muy objetivo, en esta exposición no existe una sola pieza que ponga sobre la mesa los horrores que todas y que todos hemos visto en las noticias.
Y segundo. ¿Qué es eso de “cristianofobia”? Es como lo del racismo a la inversa. Eso no existe. Es Hitler acusando a los judíos de “nazifobia”. Es un chiste que se cuenta solo.
Por favor, que la UNAM les dé unos cursitos de psicología, ¿no? Digo, mínimo, para quitarse el “quemón” de haberse enredado en algo que es impropio de una institución que presume de estar en la lista de las mejores universidades del mundo.
Todo ese “chisme” usted se lo sabe de memoria porque fue, vino, se volvió viral, se resolvió, ¡pero ya para qué! En resumen, todo mal.
¿Cuál es la nota? Que en cuestión de días, el gobierno de Clara Brugada, a través de la Secretaría de Cultura, encabezada por Ana Francis Mor, consiguió colocar esa misma exposición en el Museo de la Ciudad de México, del Gobierno de la Ciudad de México.
Yo no sé cuál sea su mundo, pero en el de los museos se trabaja con años de anticipación. Todo es complicadísimo. Burocracia al 500 por ciento.
Porque cuando no es lo económico es lo legal, porque cuando no es la curaduría es la comunicación, porque cuando no son los seguros es la inauguración.
Quién sabe cómo le hicieron en Cultura pero montaron aquello que da gusto verlo y se aventaron una ceremonia inaugural con la presencia del Coro Gay de la Ciudad de México que ya forma parte de la antología de lo mejor del año.
Eso es capacidad de respuesta. Eso es saber hacer las cosas. Eso es creer en la cultura, querer al arte, amar a los artistas. ¡Gracias! ¡Hasta que por fin se logró!
Los mensajes son muy fuertes si consideramos el contexto internacional: la Ciudad de México es el mejor destino cultural del mundo, un espacio seguro para la diversidad sexual, un lugar incluyente, de respeto.
Se vea por donde se vea, esto es tan prodigioso como la obra de Fabián Cháirez.
Estamos hablando de uno de los más grandes exponentes del nuevo arte mexicano, de un hombre valiente que se ha metido con lo religioso, sí, pero también con Emiliano Zapata, los futbolistas, los luchadores, los toreros y muchos otros símbolos que ameritan una revisión estética.
Fabián, con una genialidad absoluta, los vuelve “queer” y al hacerlo potencia ideas y emociones que muchas personas jamás habían visto.
Sus obras, a través del juego, a través de la diversión, capturan al espectador y lo llevan a un viaje que cada quien vive desde su intimidad.
¿A usted le pasó que el futbol lo discriminara por no encajar en la heteronorma? ¿Alguna vez usted se erotizó jugando a las luchas? ¿Por qué cuando hablamos de monjas lesbianas sólo hablamos de los tiempos de Sor Juana?
Ése es el maestro Cháirez. Esto es sólo un poco de lo mucho que usted va a encontrar en “La segunda venida del Señor”.
¿Y las sorpresas? ¿Qué sorpresas le tengo? Que me parece mágico que, paralelamente a esta muestra, tengamos la magna exposición del fotógrafo Nelson Morales ahí mismo, en el Museo de la Ciudad de México.
Como ya le escribí aquí en Milenio, Nelson es otro genio que, casualmente, también ha sufrido los embates de la censura por hablar de los muxes, por denunciar la transfobia, por meterse donde nadie más se había metido, donde nadie más se había metido así.
Fabián Cháirez y Nelson Morales, juntos, son dinamita. Uno, de Chiapas. El otro, de Oaxaca. Sí hay que verlos. Sí hay que vivirlos.
Y en el muy remoto caso de que usted sea una persona conservadora, le tengo noticias:
Además de las exposiciones de Fabián, de Nelson y de otros artistas que se están presentando en la actualidad en el Museo de la Ciudad de México, hay una de arte sacro con objetos clásicos como para retorcerse de placer.
La suma de todo esto es increíble porque al final todo va para el mismo lado: la Ciudad de México es arte, es cultura, es respeto, es conexión, es diversidad.
Luche con todas sus fuerzas por ir ya, pero ya, al Museo de la Ciudad de México a gozar con todo esto antes de que a alguien se le ocurra sacarse de la manga alguna “novedad”. Le va a gustar. De veras que sí. ¡Felicidades!