El público no lo sabe, pero ¿Quién es la máscara? es uno de los programas más caros que se han hecho en México en los últimos años.
Entre las nóminas de las celebridades, los investigadores, los colaboradores y el conductor, el diseño de los disfraces, el montaje de los musicales, las medidas de seguridad para que nadie se entere de quién es quién, la parte en el estudio y todo lo demás, aquello cuesta una verdadera fortuna.
¿Por qué le comento esto? Porque me parece admirable que una empresa como Televisa, en plena pandemia y en medio de una espantosa crisis económica, esté invirtiendo en este proyecto.
Obviamente se le han hecho adecuaciones respecto a lo que vimos el año pasado, pero el mensaje del consorcio de Emilio Azcárraga es claro:
Aquí hay un compromiso con México, con el pueblo. El show debe continuar. Diversión, ante todo.
¿Ahora entiende la relevancia del estreno de la edición 2020 de este título? ¿Pero sabe qué es lo más bonito? La respuesta del público.
Para nadie es un secreto: ¿Quién es la máscara? arrasó con los ratings. Fue el programa más visto de todo el país el 11 de octubre. Amor con amor se paga.
En el muy remoto caso de que usted no lo sepa, ¿Quién es la máscara? es la versión nacional del poderoso formato coreano King of Masked Singer, una propuesta particularmente interesante.
¿Por qué? Porque en contraste con otros reality shows y juegos de talento, aquí no hay estridencias, intrigas ni groserías. De lo único que se trata es de adivinar quién está detrás de un disfraz.
¿Cuál es la nota? Que esto, una vez más, nos remite a los orígenes mismos de la televisión, a los más elementales programas de concurso, a la atención directa de las audiencias más humildes.
¿Qué hay de nuevo en esta temporada dos? Primero, que estamos en tiempos de covid-19 y a pesar de eso, estos héroes de la comunicación nos están respondiendo con profesionalismo, respetando las recomendaciones de las autoridades.
Segundo, que a muchos espectadores ya nos urgía ver esto porque nos enamoramos de esta emisión el año pasado.
Tercero, que el trabajo de adaptación a la cultura mexicana por parte de la producción de Miguel Ángel Fox es excepcional, un ejemplo que ha sido retomado en otras partes del mundo.
Y cuarto, la contratación del gran Juanpa Zurita al lado de Consuelo Duval, Yuri y Carlos Rivera como investigador.
Aquí hay nota: Juanpa no es “una estrella más del canal de las estrellas”.
Se necesita mucha humildad para que un consorcio como Televisa reconozca que no ha podido crear a nadie de ese tamaño, en esa generación, y que lo ponga en su programa más importante.
Y Juanpa, honestamente, es la cosa más transparente del universo. No hay manera de verlo y de no adorarlo.
De los demás, no hablo. Son divinos y Omar, uno de los más grandes talentos de nuestra nación. Un orgullo de México.
¿Qué se puede destacar de lo que millones de personas vimos el domingo pasado en Las Estrellas? La narrativa, los musicales y la edición.
En buena onda, qué grandiosa manera de “contar el cuento”, de vendernos a Zombie, Monstruo, Elefante, Disco Ball, Ratón y Pantera, de emocionarnos y de jugar con Poncho de Nigris y Mariana Seoane. ¡Felicidades!
Se necesitaría ser muy insensible para no reconocer la grandeza de los musicales de ¿Quién es la máscara? Son impecables desde todas las perspectivas, shows del más alto nivel sin traicionar el perfil de Las Estrellas.
Y la edición, ¡qué barbaridad! Objetivamente, esta producción podría ser la cosa más tediosa y repetitiva del mercado, pero no, no es así y todo se lo debemos a sus excelentes editores. ¡Bravo! ¡Bravo! ¡Bravísimo!
Luche por ver todos los domingos lo nuevo de ¿Quién es la máscara? en Televisa. Es un regalo en plena pandemia, en medio de la crisis. Le va a gustar. De veras que sí.