Fui a ver José El Soñador al Centro Cultural Teatro 1 de la Ciudad de México a una función normal, con público real, y todavía no puedo asimilar toda esta felicidad.
La gente acompañaba con aplausos la música desde la obertura. Al final de cada canción había una ovación, con gritos. ¡Qué le digo de ese momento del “Mega-remix” en que todos nos paramos a bailar y a cantar!
Bueno, ya, lo más fantástico: el amor de las fans de Carlos Rivera y Kalimba.
Ese magnífico musical no termina con aplausos, termina con las admiradoras, perfectamente bien ataviadas con sus capas de colores, entregándoles muñecos de peluche a sus estrellas, pidiéndoles autógrafos y saludándolas de mano.
Perdón, pero yo jamás había visto algo así en un musical. Tanto amor, tanta emoción, tanta entrega.
Como publiqué en mi cuenta de Instagram, tengo 39 años “viviendo” con José El Soñador, lo amo con toda el alma y se me hace “un sueño convertido en realidad” que justo hoy que tanta gente está tan triste, que justo hoy que tantas personas están tan enojadas, esta obra maestra de Andrew Lloyd Webber y Tim Rice regrese a llenarnos de fe, de amor y alegría.
José El Soñador es un clásico del teatro internacional, pero también un clásico del teatro mexicano gracias a lo que Julissa hizo en los años 80.
Le juro que éste es el José más espectacular de todos los tiempos.
No doy crédito del monstruo de producción que Alex Gou y Guillermo Wiechers levantaron en el peor momento para invertir.
Eso es vocación, no tonterías, porque no cualquiera se avienta semejantes contrataciones, esa cantidad de efectos especiales, ese derroche de músicos, bailarines y cantantes ni esa avalancha de vestuario, utilería y caracterizaciones, en momentos tan complicados.
Si usted vio Jesucristo Superestrella, también de estos dos genios, es una obligación que vaya a ver José El Soñador y si no, le voy a dar un dato que hace la diferencia:
José El Soñador es una obra familiar, un espectáculo que le encanta a las niñas, que le fascina a los niños, que enloquece a los adolescentes y que les proporciona una inyección de esperanza que los marca de por vida.
Yo soy el vivo ejemplo de eso. A mí José me inspiró cuando tenía 15 años. Hoy, como el padre de familia que soy, llevé a mi hijo para pasarle la estafeta y sucedió lo mismo.
Fue hermoso. Mágico. ¿Cuántos musicales conoce usted que puedan conseguir lo mismo? ¿Ahora entiende por qué hay que verla antes de que acabe esta cortísima temporada? ¡Sólo le quedan cinco semanas!
¿Cuál es la nota? El nivel. Supongo que la gente de la compañía de Andrew Lloyd Webber está más que satisfecha con esta puesta en escena porque no sólo respeta la inmejorable traducción de Julissa, catapulta todo lo que se ha hecho en otras capitales del teatro mundial.
Hay muchas sutilezas de especialista que aquí están resueltas de manera magistral y el reparto es una locura porque no sólo estamos hablando de luminarias teatrales, tenemos ante nosotros a las más grandes estrellas mediáticas del momento.
Carlos Rivera es una gloria del espectáculo mexicano, el hombre que llena el Auditorio Nacional, el ídolo que triunfó en España y México con El rey león.
Fela Domínguez es una diosa de las nuevas generaciones, figura de culto por My Little Pony, vozarrón de oro indiscutible que también trascendió con El rey león.
Y Kalimba, ¡bueno!, logra lo que ninguna otra figura había logrado con ese personaje tan específico en esta obra. ¡Qué tamaño de estrella! ¡Qué manera de hacer historia!
Luche con todas sus fuerzas por ver José El Soñador antes de que se vaya. Es indispensable. Punto. De veras que sí.