Es importante lo que sucedió el domingo pasado en las estrellas. ¿Qué? La transmisión del capítulo final extralargo especial de la telenovela “Me atrevo a amarte”.
¿Por qué? Porque ha sido una de las mejores telenovelas que se han hecho en México en los últimos años.
Si es así, ¿por qué las redes sociales no se han volcado en polémicas alrededor de este título como con “Mentiras, la serie” de PrimeVideo o la película “Nuestros tiempos” de Netflix?
Primero, porque lo que está bien, no genera escándalo. El algoritmo lo que quiere es escándalo, encontrar defectos, hacer que la gente se pelee para tener movimiento, participación.
Y segundo porque ya no estamos en los años 90 donde todo era para todos. Le guste a quien le guste o le moleste a quien le moleste, las telenovelas de Las Estrellas ahora son de nicho.
¿Esto es malo? No. ¡Cómo que no es malo si ya no se obtienen los mismos números que se obtenían en los tiempos de Valentín Pimstein, de don Ernesto Alonso y de doña Carla Estrada!
No es malo porque ese nicho es gigantesco, lo suficientemente grande como para que se hagan muchos muy buenos negocios que, sumados a los que empresas como TelevisaUnivision manejan por otros lados, hacen una fortuna igual o superior a la de antes. A la de siempre.
De hecho, “Me atrevo a amarte” apela exactamente a las mismas tendencias nostálgicas de “Mentiras, la serie” y “Nuestros tiempos”. La diferencia está en que sus audiencias no necesariamente viajan por TikTok, Instagram y YouTube.
¿Qué fue lo que pasó en el final de esta producción de Salvador Mejía? Lo mismo que pasó en los desenlaces de la serie de Belinda y la película de Lucero.
No le voy a dar detalles para no arruinarle la experiencia a quienes todavía no la acaban pero concluyó hermoso. Me siento muy orgulloso de ese inmenso equipo de escritores que supo enriquecer una historia turca a tal grado que se sintió más mexicana que el mole.
Ver “Me atrevo a amarte” fue como ver los legendarios melodramas de este mismo equipo creativo.
De repente me sentí como en “Fuego en la sangre”. De repente, como en “Abrázame muy fuerte”. De repente, como en “Esmeralda”.
Yo sé que a lo mejor usted es muy joven y pertenece a una generación que conecta más con los K-Dramas o con las maravillosas telenovelas que se están haciendo para el mundo digital. Y está bien.
Pero también está bien que esté esto para las otras generaciones que también merecen atención, respeto y, lo más importante de todo, la continuidad de una narrativa con la que se sienten a gusto.
No se trata ni de competir, ni de jugar a la superioridad generacional ni a inventarle catástrofes a las casas productoras como TelevisaUnivision.
Se trata de reconocer que vivimos en un momento prodigioso donde todo esto está coexistiendo en armonía, donde todo esto da buenos resultados y donde todo esto merece cobertura periodística.
Así como felicité a los escritores, quiero ovacionar al equipo de producción. ¿Vio usted la calidad de las secuencias? ¿Notó usted la belleza de las escenas de la boda? ¿Se percató de la perfección del tono de melodrama clásico mexicano?
¡Eso es arte! Y yo sería el peor de los periodistas si no abriera una pausa para afirmar que Marlene Favela, después de haberle dado vida a Deborah, ha alcanzado un nivel mil veces más alto que el que ya tenía.
¿Y que me dice de Kimberly Dos Ramos, de Rodrigo Guirao y de Karyme Lozano?
Kimberly va que vuela para convertirse en la nueva diosa panregional de este negocio y no sé por qué pero yo siento que Rodrigo es el galán joven más perfecto que he visto en años.
Karyme es otro asunto. ¡Qué señora tan más preciosa, digna y buena actriz! Es un eslabón de conexión valiosísimo entre la televisión y las audiencias. Hay que honrarla.
Aprecie, por favor, lo que sucedió la noche del 22 de junio cuando acabó esta telenovela. Escuche con detenimiento los parlamentos. ¿Así o más claros los mensajes de justicia y de perdón? ¿Así o más positivos los valores familiares?
¡Felicidades a todas, a todos! ¡Así se hace! ¡Y que viva la telenovela tradicional mexicana!
