Política

Pensar críticamente

  • Apuntes pedagógicos
  • Pensar críticamente
  • Alfonso Torres Hernández

Pensar críticamente es pensar en ruptura, en cambio y en transformación social. La escuela, si desea promover el pensamiento crítico, necesita repensar su modelo escolar, sus prácticas y sus fines para configurar nuevos sentidos vinculados al contexto sociohistórico actual. La escuela entonces se constituye en un espacio de construcción sociocultural permanente. Los sujetos se reconocen como históricos y políticos y sentamos las bases para transitar de una educación bancaria a una educación liberadora.En palabras de Freire (1970) “la educación liberadora, poblematizadora, ya no puede ser el acto de depositar, de narrar, de transferir o de transmitir conocimientos y valores a los educandos, meros pacientes, como lo hace la educación bancaria, sino ser un acto cognoscente” (p.85) Es decir, una educación que promueva el desarrollo del pensamiento.

Pensar críticamente implica un cuestionamiento permanente sobre la realidad. El sujeto sabe que la realidad no es estática, que está en constante evolución. Como docentes, nos permite reconocer nuestras condiciones de educabilidad para poder intervenir, recrear y transformar la realidad de la práctica educativa, conocer sus diferentes dimensiones y tener mayor seguridad en la acción pedagógica. Por ello, diagnosticar, problematizar y contextualizar la práctica no son acciones de registro de inventarios sino de pensamiento reflexivo sobre la realidad de nuestra acción educativa.

Pensar críticamente nos coloca a los docentes como sujetos políticos. Todo acto educativo es un acto político diría Freire (1970), así es la naturaleza de lo educativo. Por ello apuntamos con insistencia la claridad que se debe tener en el posicionamiento político-pedagógico-ético en la función docente. Todo proyecto político trae consigo una reforma educativa diferente. Es menester docente conocerla, comprenderla y cuestionarla para asumir con claridad su posicionamiento. Freire (2010) nos dice que “la politicidad es inherente a la práctica educativa. Esto significa que como profesor debo tener claras mis opciones políticas, mis sueños. Porque, al final, ¿qué es lo que me mueve y alienta como profesor, si gano tan poco, si estoy tan desprestigiado en esta sociedad de mercado? ¿qué sueño tengo para soñar, para discutir con mis alumnos?” (p.50) Un posicionamiento político-pedagógico-ético claro en nuestra práctica es una responsabilidad que tenemos para no conducir a nuestros alumnos a un amoldamiento mecánico hacia el saber sino generarles condiciones de participación en su propia formación.

Pensar críticamente nos lleva al conocimiento de reflexionar sobre las distintas teorías de aprendizaje. Preguntarnos cómo aprenden las niñas y niños es incursionar en el terreno de la psicología y pedagogía. Reconocer los aportes de las teorías conductuales, cognoscitivas y socioculturales, simplemente porque la práctica docente se alimenta de ellas cotidianamente. La estructuración de un marco psicológico-pedagógico común nos permite comprender las condiciones y posibilidades de nuestros alumnos en su desarrollo integral.

Pensar críticamente nos orienta para una acción pedagógica más pertinente, porque desarrolla nuestra sensibilidad a lo educativo. Nuestra mirada se vuelve más aguda en las situaciones educativas. Reconocemos que la relación pedagógica es una relación entre seres humanos. Reconocemos en el otro (alumno) su capacidad de aprender, de sentir, de pensar. La indiferencia no tiene lugar porque nos importa su formación y desarrollo y ello es la motivación de no sedimentar nuestra práctica.

Pensar críticamente es desarrollar la creatividad, la razonabilidad y el buen juicio. Estas capacidades son primordiales para que nuestros alumnos desestructuren el conocimiento dado y desestructuren su pensamiento hacia posibilidades diversas. Crear ambientes de aprendizaje donde las niñas y niños tengan posibilidad de plantear sus propios criterios sobre el contenido escolar les permite una relación diferente ante el conocimiento. Se cuestiona la “educación bancaria” que nos decía Freire (1969) y se transita hacia una educación liberadora cuyo alimento principal es la criticidad. Este es el camino de la transformación del pensamiento y de la situación que se vive.

Pensar críticamente, como lo hemos advertido, es un dispositivo de liberación. El conocimiento, la sensibilidad, la creatividad, la razonabilidad, nos coloca a los docentes en condición de desarrollar una praxis educativa que, además de sostenerse con los aportes de la filosofía, nunca se despega del contexto y entorno donde se ubica.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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