… Se realizan y concluyen acciones transversales en favor de la igualdad sustantiva entre mujeres y hombres, la inclusión de grupos vulnerables y la integración de las personas con discapacidad…
La frase surgió de la radio encendida. Mientras los niños creían jugar a abrir bolsas y vaciar dulces, don José se preparaba para irse al trabajo. Son solo cuatro horas porque el centro comercial recortó los horarios para recibir a más adultos mayores, pero son suficientes para obtener algo y poder comprar las bolsas que en este momento vacían los pequeños sobre la mesa. Ellos saben dónde están las bolsitas, cómo rellenarlas (nueve dulces surtidos, ni uno más, ni uno menos), y qué hacer después. Dos de ellos regresarán con sus padres a la esquina de alguna avenida citadina para vender las bolsas que se llevaron ayer, otros tantos deben ir a cuidar a sus hermanitos mientras su mamá o la hermana mayor regresan de lavar y planchar en las casas grandes de las colonias “de los ricos” y Beto, el mayor de todos, debe ponerse a cerrarlas con una vela y una vieja segueta.
Don José era obrero. Trabajaba en la fábrica textil desde hacía algunos años, pero el negocio de repente se vino abajo por solo dios sabe qué razones y de la noche a la mañana se dio cuenta que era desempleado y solo tenía una pensión menor que apenas le alcanza para pagar la renta de su vivienda, un enorme cuarto que sirve como recámara, sala y cocina, que incluyo el uso de un baño compartido con otras cuatro familias.
Don José no le presta atención a la voz en el aparato emisor. A él no le interesan los logros de otros. Él sí tiene que trabajar, tiene que salir a buscar el sustento diario, no se puede dar el lujo de esperar a que los niños le aplaudan cada vez que les explique cómo tienen que hacer las cosas. Y, lo peor, a él nadie le abraza, a veces los niños, pero es más bien para que les perdone haber robado un dulce, quizá dos...
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… A partir de la experiencia adquirida en el primer tramo de la Administración, se diseñó la Estrategia Nacional de Inclusión, que ha permitido reducir la pobreza multidimensional; es decir, combatir las carencias sociales y aumentar el ingreso de las familias.
Don José y los niños, junto con algunas señoras, llegan al mismo crucero todos los días a las 10 de la mañana. Los pequeños llevan los dulces, que ofrecen a cinco pesos la bolsita; las señoras llevan aguas y bebidas frías a 10, 12 o 15 pesos cada una, dependiendo si es refresco de sabor, agua natural, refresco de cola o agua de sabor de litro y medio.
Alrededor del mediodía, el jovencito que haya vendido más tiene la obligación de ceder su sitio en el enorme crucero de los seis carriles a otro que haya corrido con menos suerte. Cuando eso pase, debe hacer la colecta de cinco o diez pesos cada uno y caminar las tres enormes cuadras que le separan de la Central de Abasto, donde comprará tres kilos de tortillas, medio kilo de “recorte” (los sobrantes de los embutidos semanales: jamón, queso de puerco, algo que llaman pastel de pollo, pierna y pechuga ahumadas y así, todo revuelto), y chiles verdes. A veces hasta alcanza para un trozo de queso o arroz del que le llega a sobrar a la señora de la fonda que está en el área de vegetales, al final del pasillo que da al estacionamiento y los baños.
Los fines de semana alcanza para comprar pescuezos de pollo rostizado y hasta han tenido oportunidad de compartir una alita entre dos, porque mucha gente viene o va del sitio y es cuando la vendimia mejora, así que en lugar de 5 o 10 pesos, la cuota se convierte en 15 o 20 pesos.
Al regresar al punto de venta ya alguien se encargó de servir el agua que acarrean desde casa, aunque si es fin de semana -otra vez-, seguramente alguien habrá comprado dos refrescos de los grandes en el depósito de la esquina. Los que atienden ahí son buenas personas, les dejan meter su agua en el refrigerador y a veces hasta comen con ellos.
Son como una gran familia reunida a las 12:30 en el camellón intermedio entre ambos sentidos, sentados en alguno de los claros entre los arbustos carísimos que puso el gobierno para adornar la avenida.
Todos los alimentos están dispuestos al centro, junto con una bolsa de sal y todos hablan y comparten y son felices así, sin saber y conocer los datos maravillosos del gobierno federal que genera el propio gobierno federal para satisfacer sus cada vez más alto nivel de autocomplacencia.
No. A ellos no les importan las cuentas alegres ni saben que de acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, organismo del propio gobierno federal, entre 2012 y 2016 un millón 100 mil personas más “tienen una mejor calidad y espacios más adecuados en su vivienda”; un millón 200 mil personas más “cuentan con servicios básicos, como agua, luz y drenaje”; un millón 300 mil personas más “superaron el rezago educativo”; 2 millones 800 mil mexicanos más cuentan con “alimentación sana, variada y suficiente”; 3 millones 400 mil mexicanos más “cuentan con seguridad social”, y 6 millones 200 mil mexicanos más “tienen acceso a servicios de salud”.
Uno de los niños agarra unas tortillas a escondidas. Son apenas cuatro discos de maíz y serán insuficientes para los perros callejeros que les miran dudando acercarse al grupo. Siempre les dan algo de comer, pero a veces también los han pateado…
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Destaca que, de 2014 a 2016, 2 millones de personas dejaron de vivir en situación de pobreza extrema. El fin de la pobreza extrema, en menos de una década, ahora es viable, si continuamos con este ritmo.
- “No me hagas reír que tengo los labios partidos”.
La cajera reclama al buen José su afán por las bromas y los comentarios bien intencionados siempre a propósito de cualquier nimiedad. ¿Quién podría imaginarse que ese viejito hoy empeñado en generar buenas relaciones entre quienes le rodean haya sido un verdadero cabrón en sus años mozos?
Nadie podría imaginarlo. Fue lo que llaman un ojo alegre, no había muchacha que escapara a su verborrea, aunque corren oscuras leyendas en torno a sus actividades corporales, especialmente aquellas que le situaban en sitios con cigarros, hombres, mujeres y alcohol.
Unos dicen que en varias ocasiones lo vieron toqueteándose con otro muchacho atrás del panteón, pero estaban tan ebrios que igual uno pensaba que era mujer o el otro que no era hombre. Quién sabe si sea cierto. De cualquier forma a quién le importa, cada quien tiene derecho a ejercer su sexualidad como le venga en gana siempre y cuando no afecte a terceros.
También cuentan las malas pero bien informadas lenguas, que en su juventud le encantaba arreglar los problemas a golpes. Algunas peleas ganaba a la buena, otras las perdía en el momento pero luego arrebataba fuerzas de flaqueza y al cabo de algunas horas o días regresaba para demostrar quién era quién y, con el uso de malas artes, ganar a toda costa.
Una vez regresó a casa ya entrada la noche. Dicen que besó a fuerzas a un albañil y que este primero sí le respondió pero en su borrachera de repente regresó a sus cabales y le puso tremenda golpiza que “lo dejó como santo cristo”. Esa fue la única vez que alguien sabe que perdió, aunque con el tiempo se encontró al albañil y lo siguió hasta la obra donde trabajaba, se escondió tras unos bultos y, llegado el momento preciso, le dio tremendo palazo en la cabeza. Dicen. Pero ya ven cómo es la gente de chismosa…
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Gracias al crecimiento histórico del empleo, se ha incorporado a 7.5 millones de derechohabientes al Seguro Social, llegando a un total de 65 millones. Este universo incluye a 6.6 millones de estudiantes de instituciones públicas de educación media superior y superior que ahora pueden ejercer su derecho a la salud. 17.8 millones de personas se afiliaron o reafiliaron al Seguro Popular. A la fecha, este sistema protege a más de 53 millones de mexicanos… en esta Administración, se han invertido más de 74 mil millones de pesos; se ha mejorado la atención y funcionamiento, reduciendo los tiempos de espera para citas y cirugías e incrementando el abasto de medicamentos y se redujo 18% la Mortalidad Materna; mientras que la Tasa de Mortalidad Infantil disminuyó 6%.
Los niños le rodean a su regreso del centro comercial, le dicen que tienen rato listos para armar las bolsitas con dulces y que le guardaron un taco. Él agradece el gesto pero no está de ánimos. De hecho se siente triste. Sus de por sí avejentados pasos ahora también le resultan en extremo fatigantes. Antes de regresar al hogar y la compañía de esos chiquillos andrajosos y odiosos que tanto ama, acompañó a doña Guillermina, la de la caja 5 y sonrisa dispuesta. No se presentó al trabajo el día anterior, ni el anterior a este, y llegó hoy con los ojos llorosos y envuelta en un negro luctuoso de esos que impiden sobreponerse. La nieta, una medicina, dos días de fiebre. 300 malditos pesos que no pudo conseguir para comprar el medicamento porque en el centro de salud no tenían.
Le habría gustado abrazarle sin dolor de por medio y decirle cuánto le gusta cuando se pinta sus chapitas y le hace gesto refunfuñantes y divertidos mientras embolsa productos que ni idea tiene para qué sirven. A quién le importa mientras me sonrías así…
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El buen José no ha olvidado a su María. Era su pareja y aprendieron a respirar juntos. Le abandonó. Sus fuerzas quedaron ahí, pero el espíritu estaba doblegado, malherido, dañado profundamente.
José juega con los niños antes de ir al crucero unos y a la caja otro. Quién sabe si pueda sonreírles después…