Se deshizo de ellos sin mayor esfuerzo porque pusieron poca resistencia, excepto uno, el de la navaja. A ese sí quería lastimar, pero el muy vivales supo desprenderse
El hombre se ha puesto de pie. No se reconoce diferente, pero sabe que algo no está bien aunque no sabe a ciencia cierta qué es.
Hace unos días estaba tirado en el pavimento cubierto por una cobija sin poder moverse, al menos no al principio, pero podía escuchar lo que sucedía alrededor. Escuchaba una sirena, gritos, llantos y el reconocido murmullo de la multitud, pero no entorno a él, al parecer alguien había sido atropellado.
Luego, de alguna forma ya no estaba ahí. Caminaba alejándose de la multitud y la increíble cantidad de aromas que podía distinguir en el aire alrededor del zoco y sus comerciantes, clientes, alimentos, animales, incluso la llamada fauna nociva. Podía percibir y reconocer todo gracias a un extremadamente sensible olfato, aunque propiamente no olía. Era como sentir olores muy característicos de las cosas y seres vivos, todos juntos pero identificados por alguna particularidad. Esencias.
Avanzaba hacia la zona centro de la ciudad. En una extraña contradicción podía sentir una enorme pesadez en todo su cuerpo, pero al mismo tiempo parecía no haber obstáculo alguno para impedírselo.
Caminó varias cuadras eludiendo personas, comercios y animales, no por miedo, sino por una muy naciente necesidad de estar consigo y nadie más. Luego vio el parque y decidió que tal vez sería buena idea descansar un momento en alguna de las bancas pero lejos de miradas extrañas, en un sitio con poca luz artificial. Se dirigió hacia la zona de la fuente porque entre esta y el kiosco había una luminaria parpadeante, a punto de colapsar.
Primero se sentó en la banca metálica, luego se sumergió entre algunos arbustos hasta alcanzar el pasto e intentarlo en el tronco de alguno de los enormes árboles, pero tampoco le satisfizo.
A pesar de no estar tan cerca de la cancha y no verlos directamente, podía escuchar y percibir a un grupo de jóvenes, su aliento alcohólico, su cuestionable aseo personal y el asqueroso cigarrillo. Esta conjunción de hedores le molestaba, provocaba un extraño, doloroso y persistente zumbido en su cabeza y una necesidad insana de escapar de ahí. La única salida viable era hacia arriba, lo supo mientras avanzaba de espaldas al tronco apoyado en todas sus extremidades.
Siempre había pensado que trepar árboles era una cuestión oculta en un muy lejano pasado que jamás podría volver a repetir debido a su obesidad . Fue entonces, mientras rasgaba la corteza al subir, que cayó en la cuenta. Su otrora abultado vientre había desaparecido y en su lugar una enorme masa muscular se había desarrollado desde su centro hasta el último de sus cabellos, podía sentirla palpitar en colores por todo su cuerpo y en cada una de sus células.
¿“Palpitar en colores”?, qué carajos significa eso, se preguntó mientras se colocaba en horizontal sobre, bajo, al costado de una de las ramas más fuertes, a unos 8 metros de altura. Desde ahí confirmó lo que ya sabía y vio más allá, donde una pareja estaba reconociéndose en un abrazo y besos. Pensó en almendras por alguna extraña razón, hermosas y riquísimas almendras de sabores rosas y violetas y azules, vagando en su boca trituradas entre todos sus molares y atrapadas en el pecho de ella. Eso es, la esencia de la joven era de tonos almendras.
El grupo de jóvenes se dirigía hacia ellos al amparo de las sombras, iban a atacarlos. El filoso instrumento en las manos de uno de ellos lo confirmaba.
Se decidió a actuar, no podría permitir que alguien la dañara.
Se “soltó” y se deshizo de ellos sin mayor esfuerzo porque pusieron poca resistencia, excepto uno, el de la navaja. A ese es a quien sí quería lastimar, pero el muy vivales supo desprenderse a tiempo del mortal apretón y huir también. Solo le vio hacerlo y desistió a la idea de seguirle porque sus almendras estaban desapareciendo del entorno y por un momento pensó que estaban heridas.
No tuvo que mirar, solo saltó y cayó frente a ellos, quiso averiguar si estaba bien pero el varón intentó atacarle. Lo tomó entre sus manos, lo levantó y de la nada se desvaneció, ella no pudo gritar porque la atrajo hacia sí al mismo tiempo, con otros brazos, otras fuerzas y mejores intenciones. No lo consiguió… ya había muerto.