La semana pasada relaté algunas experiencias que pude contemplar en un Centro de Acopio de la Cruz Roja en Monterrey. Pues bien, Dios me regaló otras oportunidades para seguir aprendiendo lecciones de esas virtudes, que afortunadamente no son exclusivas de los mexicanos, y que anidan en las entrañas de mucha gente que está esperando la oportunidad para sacar lo mejor de sí cuando escuchan un: “Necesito ayuda”.
Digo que no son exclusivas de los mexicanos, pues –por mencionar algún ejemplo– a ese lugar están acudiendo varios jóvenes de diversas nacionalidades. Todo ello nos hace ver que la conciencia de la gente no está corrompida ni muerta, aunque a veces podemos encontrarla disfrutando de una siesta más o menos larga.
Esta semana me impactó el ejemplo de una señora con quien pude hablar. Calculo que tendrá más de ochenta años. Llegó ayudándose con una andadera, llevaba un brazo cubierto con una venda vieja y sucia, pero se negó a recibir ayuda médica, ¡y aportó mil trescientos pesos en efectivo!
Cambiando de tema, recuerdo aquel dicho popular que dice: “Calma y nos amanecemos”, del cual alguien me explicó que tiene su origen en lo que solía decir un viejito en un pueblo donde las fiestas acababan a tiros.
Es fundamental que seamos conscientes de que, como país, estamos en un momento especialmente crítico. Por las redes sociales están circulando muchos escritos y videos que muestran gran indignación por las injusticias y errores de algunos gobernantes y funcionarios públicos. Dentro de esa variedad de material encontramos algunos con tonos amenazantes.
Es cierto, no es justo que se comercie con el hambre, con el dolor y la pobreza, pero corremos el riesgo de perder el control y dejarnos llevar por la indignación y el coraje. De promover la violencia contra quienes están obrando injustamente, pero no aplicando la justicia, sino la venganza. Podemos provocar estampidas que en su loca carrera arrastren a justos y pecadores. Que promuevan el odio, mientras otros luchan por la solidaridad en la ayuda a los que han perdido a sus seres queridos, sus casas y trabajos.
No perdamos de vista que en estos momentos, en lo único que estamos todos de acuerdo es en la repulsa a la injusticia, pero en todo lo demás nuestras opiniones son variadas y no es el momento para cambiar a los gobernantes. La prudencia indica que no deben tomarse decisiones importantes en momentos de crisis.
Considero una imprudencia hacer circular mensajes donde se desacredite a quienes gobiernan, pues favorecer las faltas de respeto y la inconformidad de las masas puede provocar daños mucho mayores que los causados por los temblores y huracanes. Estos fenómenos nos han unido; y las respuestas desmedidas ante la falta de honradez puede llevarnos a la violencia social en la cual todos, absolutamente todos, podemos terminar desunidos, dañados y sin capacidad de resolver nuestros problemas. Todas las revoluciones tienen consecuencias funestas, pues las masas no piensan.
Cada usuario de un teléfono celular es un informante y formador de opinión en potencia, con el riesgo de promover la desinformación y la anarquía. ¡Cuidado!
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