Cuenta la leyenda, que un día la verdad y la mentira se cruzaron. “Buen día”, dijo la mentira. “Buenos días”, contestó la verdad. “Hermoso día”, dijo la mentira. Entonces la verdad se asomó para ver si era cierto. Lo era. “Hermoso día”, dijo entonces la verdad. “Aún más hermoso está el lago”, dijo la mentira. Entonces la verdad miró hacia el lago y vio que la mentira decía la verdad y asintió. Corrió la mentira hacia el agua y dijo... “El agua está aún más agradable. Nademos”. La verdad tocó el agua con sus dedos y realmente estaba agradable y confió en la mentira. Ambas se quitaron sus ropas y nadaron tranquilas.
Un rato después salió la mentira, se vistió con las ropas de la verdad y se fue. La verdad, incapaz de vestirse con las ropas de la mentira, comenzó a caminar sin ropas y todos se horrorizaban al verla. Es así como aún hoy en día la gente prefiere aceptar la mentira disfrazada de verdad y no la verdad al desnudo. (Jean-Léon Gerôme. 1896)
La verdad no pide perdón porque no tiene la culpa de ser coherente con la realidad. Ella sabe que vive en la Tierra como extranjera, espera el odio de los que no la conocen y de aquellos a los que les resulta incómoda. Sabe que su familia, su morada, su esperanza, su crédito y su gloria descansan en el Cielo. Mientras —con paciencia— su único deseo es no ser condenada sin ser oída.
En otras palabras, el pecado de la verdad en nuestra sociedad es decir que las cosas son como son, y no como le gusta a los comerciantes deshonestos, a los políticos embusteros y convenencieros, a los periodistas amarillistas y vendidos, a los clérigos incoherentes, a los que viven su sexualidad de forma antinatural, a los médicos y agentes de la salud que comercian con el dolor de los enfermos, a los esposos infieles, a los artistas vulgares y vanidosos, a los policías delincuentes, en definitiva, a la gente hipócrita.
Hay quienes afirman que la verdad debería contratar un despacho de abogados para que la defiendan, pero ella prefiere actuar sin esa ayuda, es decir, de frente y sin retoques. Pero sobre todo, le gusta hacerse presente en la vida auténtica y limpia de aquellos que la aman.