“Ese número 3 parece una araña” le dijo una maestra de matemáticas a mi hijo de (en ese entonces) 3 años y medio. Yo me imagino, porque no estaba a su lado, que se lo dijo en tono de burla como incontables veces me hablaron algunos profesores. A diferencia de mí, que me quedaba callada, mi hijo contestó “No sé hacerlo bien aún, estoy aquí para aprender”. Cuando él me contó esta situación, además de asombrarme su actuar, me sentí orgullosa porque alzó la voz ante una de las peores injusticias que existen: humillar a quien no posee conocimientos sobre un tema.
Equivocarse, dudar, levantar la mano y pedir ayuda son los medios mediante los cuales nuestras neuronas generan nuevas conexiones y, con ello, nuevo conocimiento. No saber algo sobre un tema, pero tener la valentía de intentar descifrarlo y aceptar que se necesita ayuda, es una de las grandes virtudes que poseen las personas más exitosas. Sin embargo, en el proceso de buscar expandir el conocimiento o resolver dudas, nos podemos topar con personas que confunden su conocimiento con poder y, al ser quienes poseen la información, toman una postura de superioridad donde olvidan cómo se siente no saber algo.
¿Y cómo se siente? Como miedo o emoción. Cuando hacer algo nuevo genera miedo, y este paraliza, es porque en algún momento la persona sufrió una humillación en una situación similar (por padres, maestros, amigos). Esto, después, les impide buscar ayuda pues dejan de confiar, lo cual les imposibilita crecer y superarse. Por otro lado, hay personas que sienten emoción ante lo nuevo y muy seguramente es porque en situaciones previas hubo personas que los empujaban a saber más, celebraban sus dudas y les ayudaban a resolverlas, lo cual además de generar nuevo conocimiento produjo una relación de confianza.
Cuando una persona conoce sobre un tema específico debe recordar que esto solo es útil cuando se comparte. La única forma de ayudar a quienes nos rodean a crecer es aportando guía sobre los caminos que conocemos para que no tropiecen de la misma forma que ya lo hicimos. Lo veo, por ejemplo, con los médicos. Cualquier doctor ante alguien con diabetes recetará el mismo fármaco, pero sólo habrá mejoría en el paciente cuándo de forma clara le explicaron la importancia de éste y cómo le ayudará a vivir más y mejor. En las escuelas, los estudiantes tendrán mayor confianza de preguntar dudas y, con ello, aprender más cuando tienen un profesor dispuesto a enseñar mientras que uno que los humilla puede ocasionar deserción y bajo rendimiento escolar.
Lo anterior aplica para todo. Un hijo que le pregunta a su papá cómo cambiar una llanta, tendrá mejor relación con él cuando recibe ayuda compasiva a que cuando recibe un insulto por no saber hacerlo. En especial, cuando tenemos hijos pequeños, recordemos qué se siente no saber hacer algo y seamos una guía, no nos enojemos por la falta de conocimiento. La paciencia que les mostremos de pequeños será la misma que nos devuelvan cuando seamos adultos y queramos aprender algo que ellos sí conocen.
Si alguien se acerca contigo con dudas, pidiendo guía o aceptando que no sabe algo, sólo sé amable y compasivo. Recuerda lo difícil que puede ser pedir ayuda, valora su valentía y no defraudes su confianza en ti. No olvides cómo se siente no saber y, con una sonrisa, sé parte de su crecimiento. Y si tienes la fortuna de encontrarte con gente que te guía a ser una mejor versión de ti, haz eco de sus acciones y repítelas a futuro con alguien más.
