
Cada nuevo gobierno nos promete convertirnos en una ciudad, estado o país de primer mundo y nada más no lo logran. Las acciones que hoy se llevan a cabo, como instalar ciclovías que no estamos listos para usar, traer megafábricas de carros eléctricos que la mayoría no podrá comprar y construir trenes turísticos en regiones con altos índices de violencia, podrán traer beneficios, pero no nos llevarán a tener la calidad de vida de los países que estamos intentando imitar.
El camino hacia el primer mundo está en mejorar las condiciones de vida que tenemos hoy, no en estas novedades. Lo que distingue a esos países, además de su desarrollo económico y alta calidad de vida, es que tienen un profundo respeto por la maternidad y promueven la formación de un lazo materno-infantil desde la primera infancia. Ellos reconocen que una madre no materna sola, sino que requiere apoyo, comunidad y tiempo. Algo que aquí es ignorado.
Cuando una mujer embarazada tiene los medios para vivir esta etapa en la mejor forma física y emocional, crece en su interior un bebé que percibe un entorno seguro. Cuando este bebé nace y su madre puede compartir con él su tiempo, le hace saber que existe, importa y que es querido. Un niño que crece bajo este ambiente goza de un mejor desarrollo cognitivo y emocional, para convertirse en un adulto cuyas decisiones se toman desde el amor y la empatía, no el egoísmo. Tener la oportunidad de vivir en un hogar donde se honra y respeta el tiempo que una madre debe pasar con sus hijos recién nacidos nos llevará a ser un país de primer mundo.
Dejemos de subestimar el poder que tienen las madres respecto al desarrollo de una nación. Son ellas quienes nos programan genéticamente y de ahí se desprende nuestra salud y personalidad. Desde el útero materno, los bebés reciben señales del mundo exterior que los marcan para siempre y si estas son de alerta y estrés, crecen con esa percepción y comportamiento. México seguirá estancado en su desarrollo a menos que se creen políticas que protejan a la mujer durante el embarazo y posparto. Se requiere de atención médica gratuita que incluya la suplementación de vitaminas que necesitan; médicos partidarios de partos respetados; leyes que protejan la ausencia laboral durante el posparto (al menos por seis meses) para que las madres puedan crear el vínculo emocional que llevará a esos bebés a ser mejores ciudadanos. El posparto es la etapa más dura en la vida de una mujer y su bebé pues apenas se conocen, no saben comunicarse entre llantos y cansancio, y aun así es la más importante para el desarrollo de ambos. La necesidad de amor incondicional que tiene un bebé es independiente de su necesidad de alimento, y probablemente mayor porque este lazo sirve como guía para sus relaciones futuras.
La forma en que un gobierno trata a las mujeres refleja su visión sobre el futuro que quieren crear. Invertir en un proceso de maternidad primermundista traerá resultados dentro de varias décadas y por ello el gobierno no lo hace (es más importante colgarse una medallita hoy, que planear bien el futuro del país). Por fortuna existen fundaciones que han tomado la batuta. La Fundación Carlos Slim, con quien tuve el honor de trabajar, ayuda a las mujeres embarazadas con programas gratuitos de prevención de diabetes pues saben que con ello pondrán su granito de arena en crear un mejor porvenir con una infancia más saludable.
El próximo Día de las Madres reflexiona sobre el poder que tienen ellas en crear un mejor futuro cuando les damos las herramientas y el tiempo adecuado para hacerlo. Debemos empujar al gobierno a darles todo lo que les falta y verlas como las mejores aliadas para el desarrollo del país. Si queremos salir adelante como país, no sólo las festejemos un día, sino respetemos y protejamos con leyes todo su proceso de maternidad para que ellas puedan darnos una guía de cómo vivir más y mejor.