El Clásico 135 dejó una marca negativa en nuestra sociedad, sobre todo en los niños que admiran a estos jugadores. Para las familias regias, el "clásico" es un evento importante y esperado con la intención de convivir y pasarla bien. El sábado 13 de abril, niños y adultos salieron a las calles con las camisetas de sus equipos, esperando disfrutar de los 90 minutos de desconexión que brinda el futbol.
En un Monterrey marcado por la inseguridad, la corrupción y el estrés, esos 90 minutos representan una oportunidad para concentrarse en un juego que, como todo partido, debería ser divertido. Esperamos ver a nuestros jugadores disfrutar en la cancha, trabajar en equipo, celebrar goles inesperados y recuperarse en los últimos minutos. Muchos aprovechamos este tiempo para fortalecer los lazos familiares que hemos formado alrededor del futbol, los colores del equipo y el abrazo de gol. En un país donde parece que todo va de mal en peor, el futbol funciona como un refugio temporal.
Por ello, los clubes y jugadores tienen una gran responsabilidad, especialmente con los niños. Un juego, clásico o no, debería ser una clase magistral de lo que significa trabajar en equipo, tolerar la frustración, levantarse de las caídas, celebrar los triunfos de otros, respetar opiniones diversas y confiar en los compañeros. Los niños no solo aprenden a patear la pelota cuando ven a sus ídolos en la cancha, sino que absorben todas esas cualidades importantes que los podrían llevar a ser ciudadanos de bien. Entonces, ¿qué mensaje recibieron en este juego cuando algunos jugadores y aficionados actuaron de manera reprochable?
El comportamiento de Nahuel fue deplorable y plantea preguntas importantes sobre qué lecciones están recibiendo los niños que lo admiran. ¿Cómo podemos ayudar a nuestros hijos a entender que el éxito se logra con esfuerzo cuando su ídolo lo intentó dañando al adversario? La directiva de Tigres tiene la responsabilidad de reparar el daño ocasionado. Las multas y suspensiones son lo de menos, lo importante es evitar que una generación de niños crezca con la idea de que para ganar es necesario dañar.
Del mismo modo fue inaceptable la respuesta de Andrada, al utilizar sus redes sociales para ofender al jugador. En una era donde buscamos fomentar el diálogo y la comprensión para resolver diferencias, es preocupante que los ídolos de nuestros hijos actúen de manera contraria. La mejor forma para que ambos jugadores demuestren que el futbol es un juego es aceptar sus errores públicamente y dejar un mensaje positivo para los niños y adolescentes que los siguen.
Es importante que los clubes tomen medidas contra los aficionados que cometen actos ilícitos dentro del estadio. Es su responsabilidad crear un ambiente seguro para todos los asistentes, especialmente para los niños que deberían disfrutar de la magia del futbol sin presenciar comportamientos inapropiados.
Entonces, lo que había sido un gran juego se vio empañado, y los más afectados fueron los niños, cuya oportunidad de aprender grandes valores se vio mermada. Es fundamental que en casa hayamos hablado con nuestros hijos sobre lo sucedido, enseñándoles que la conducta de los jugadores fue inaceptable, y que, como padres, demos ejemplo de respeto hacia otras opiniones y aficiones. Esperemos que en futuros encuentros, nuestros hijos puedan presenciar un futbol más ejemplar y que los jugadores sean conscientes del gran papel que desempeñan para que nuestros niños puedan vivir más y mejor.
