No hay que ser un genio de la guerra sucia para entender lo que está pasando en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP). Lo disfrazan de movimiento estudiantil, pero en el fondo es un intento por desestabilizar a la comunidad universitaria con exigencias que, por muchos ejemplos, rayan en lo absurdo.
No es coincidencia que esto ocurra justo cuando Lilia Cedillo está por buscar su reelección como rectora de la BUAP. Tampoco es casualidad que, al mismo tiempo, se avecine la renovación de puestos clave en diversas facultades. Lo que parecía un simple conflicto interno, cada vez más toma la forma de una estrategia calculada.
Cedillo, quien rara vez recurre a la confrontación, ya lo dijo con todas sus letras: hay manos externas operando para generar conflicto. Grupos que han visto golpeados sus intereses y que buscan recuperar privilegios. El problema es que el momento no les favorece. La rectora goza de una sólida aceptación entre la comunidad estudiantil y, para colmo de sus detractores, la Auditoría Superior de la Federación acaba de exonerarla de cualquier irregularidad en el manejo de recursos. A esto hay que sumarle el respaldo que tiene del gobernador Alejandro Armenta y del gobierno federal, siempre cuidando la genuina autonomía.
Lo que comenzó en la Facultad de Medicina es una muestra clara de que, más que diálogo, lo que buscan algunos es dinamitar el proceso y desacreditar a la rectora y al Consejo Universitario. Querían mesas de negociación y las tuvieron; querían remociones y se les otorgaron, pero ni así estuvieron de acuerdo. Quieren restaurar las viejas prácticas de corrupción y clientelismo que marcaron los rectorados de Enrique Agüera y Alfonso Esparza (este último quien casualmente acaba de regresar de su exilio), donde la BUAP no era precisamente una institución académica, sino una caja registradora de intereses personales.
Eso sí, no se puede negar que entre todo el ruido hay algunas inconformidades legítimas. Pero en una universidad donde los directores son elegidos por voto, cualquier denuncia tendría que ser analizada caso por caso, no aprovechada como carnada política.
Al final, lo que se juega aquí no es solo la rectoría, sino el modelo de universidad que quieren construir: uno donde la academia y la transparencia sean prioridad, o el regreso a los tiempos donde la BUAP era una mina de oro para unos cuantos.