Ayer, el presidente Donald Trump dijo que contraatacará con el poder bélico que Estados Unidos nunca ha usado antes, si el país sufre otro atentado como el ocurrido el 11 de septiembre de 2001.
Los ataques terroristas significaron una humillación de Al Qaeda a la nación más poderosa del mundo, cuyos servicios de inteligencia y de seguridad nacional fallaron al no prevenir la fatal amenaza.
Dieciocho años después, hay que preguntarse si Estados Unidos es más seguro.
La respuesta inmediata es que la Unión Americana sí se ha protegido mucho mejor y ha evitado ataques provenientes del exterior. Eliminó a Osama Bin Laden, debilitó a organizaciones terroristas, creó el Departamento de Seguridad Nacional (DHS, por su sigla en inglés) e incrementó la cooperación internacional.
Sin embargo, aunque los enemigos externos de Estados Unidos siguen activos, dispuestos a golpear como los talibanes, el terrorismo doméstico es la mayor fuente de víctimas, tal como ocurrió recientemente en El Paso, Texas.
Por ello, el principal enemigo para el pueblo de Estados Unidos ya no viene de fuera, está adentro, en su propia población.
Los cientos de asesinatos en calles, escuelas y centros comerciales se repiten desde hace años a lo largo y ancho de la Unión Americana, sin que el Congreso haga nada para frenar la posesión y el uso de armas de asalto, amparado en la Segunda Enmienda a la Constitución.
Si Estados Unidos no hace nada para prohibir en su territorio el tráfico de armas, resulta ilusorio pensar que restringirá las exportaciones ilegales a México.
Pero volviendo al asunto del terrorismo, es preocupante la inestabilidad del gobierno de Trump ante los continuos cambios de altos funcionarios responsables de la seguridad nacional.
El reciente despido de John Bolton, tercer consejero de Seguridad Nacional, puso en evidencia la ligereza con que la superpotencia puede tomar decisiones que afectan a millones de vidas humanas en el mundo, por enredos palaciegos.
Bolton, diplomático ultraconservador en el gobierno de George W. Bush que apoyó la guerra contra Irak, recomendó a Trump atacar a Irán, derrocar al gobierno de Nicolás Maduro y se opuso a las negociaciones antimisiles de su jefe con Corea del Norte.
Trump no es ninguna “paloma”, pero el despido al “halcón” Bolton se debió más a sus intrigas en la Casa Blanca que a su posición a favor del uso de la fuerza.
El consejero ultraconservador es admirador de los presidentes de Brasil, Jair Bolsonaro, y de Colombia, Iván Duque, quienes han sido recibidos como aliados especiales por Trump en la Casa Blanca.
Sin duda, para México es una buena noticia la salida de Bolton.
Aunque no haya sido el responsable de conducir las relaciones con nuestro país, se abre una ventana de oportunidad a la diplomacia mexicana para ayudar a encontrar con Estados Unidos y las partes involucradas una solución negociada al conflicto de Venezuela.
Pero, esperemos que el nuevo asesor de Seguridad Nacional no resulte peor que Bolton.
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@AGutierrezCanet