Política

La vigencia de Ponciano Arriaga

  • Cambio y fuera
  • La vigencia de Ponciano Arriaga
  • Adriana Malvido

Los hombres de ideas, como Ponciano Arriaga, pocas veces son reconocidos en su justa dimensión porque la historia oficial es un rosario de acontecimientos bélicos y héroes guerreros. ¿Alguien recuerda su aportación para lograr un Estado laico y liberal en México? Hoy, que tanto se habla de constituciones, es buen momento.

Don Ponciano nació en 1811 en San Luis Potosí, estudio leyes y se recibió a los 19 años; las ideas liberales de Montesquieu, Rousseau, Mably, Adams, Tocqueville, Jefferson, Madison, Hamilton... hallaron en este lector voraz un terreno fértil. Católico profundo, supo diferenciar, como él mismo dijo ante el Congreso Constituyente de 1856-1857: "Una es la religión cristiana y otra cosa los bastardos intereses del clero".

Veló por el cumplimiento de las Leyes de Reforma y se le considera "Padre de la Constitución de 1857". Eso sí, advertía que un pueblo con desigualdades sociales no podía "ser libre, ni republicano, ni mucho menos venturoso, por más que cien constituciones y millares de leyes proclamen derechos abstractos, teorías bellísimas, pero impracticables en consecuencia del absurdo sistema económico de la sociedad". Promovió el federalismo y defendió la soberanía frente a las invasiones de Estados Unidos primero y de los franceses después. Hacía valer sus ideas en el terreno del debate político y en el del periodismo, trinchera que compartió con Altamirano, Prieto y otras mentes brillantes del siglo XIX.

Su oposición al gobierno de Santa Anna y sus ideas liberales le valieron el destierro en Nueva Orleans. Allá, junto con Benito Juárez, Melchor Ocampo y José María Mata formuló el Plan de Ayutla que derrocó al dictador. Desde múltiples cargos públicos a lo largo de su vida, propuso la creación de una Procuraduría de los Pobres, la igualdad de derechos de las mujeres, el impulso a la educación... Redactor e ideólogo de la Constitución de 1857, fue precursor del pensamiento agrario mexicano y defendió el derecho a la tierra. Ese derecho que nunca se cumplió del todo y cuyo anhelo retomaría, 54 años después, Emiliano Zapata con el lema "Tierra y libertad" y medio siglo más adelante, en el territorio sagrado de la danza, Guillermo Arriaga.

"Ponciano fue un visionario", decía el coreógrafo, hermano de mi madre, sobre su bisabuelo. Ignoraba entonces que la Compañía Nacional de Danza bailaría su Zapata en el centenario de la Constitución de 1917.

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