Europa es hoy nuevamente sacudida por una crisis de refugiados sin precedentes. El caso más reciente fue el anuncio de Macedonia al decretar un estado de emergencia en las regiones fronterizas del sur del país, que colindan con Grecia, y del norte, con Serbia, para frenar la ola de refugiados e inmigrantes que intentan ingresar a la Unión Europea. En Hungría, mientras tanto, se discute seriamente la posibilidad de erigir un muro de 175 kilómetros de largo y cuatro metros de alto en su frontera con Serbia para evitar la entrada de inmigrantes luego de que el gobierno presentara recientemente una iniciativa para establecer una pena de entre tres y cuatro años de prisión para los migrantes indocumentados que crucen sus fronteras. Mientras tanto la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados dio a conocer que en lo que va del año poco menos de 160 mil personas han intentado ingresar a la Agenda de las Naciones Unidas para los Refugiados publicó la nueva cifra de inmigrantes y refugiados que llegan del Medio Orienta, especialmente procedentes de Siria, Afganistán e Iraq, a las islas griegas vía marítima. Esta cifra no incluye los más de 1700 inmigrantes que ingresaron a territorio griego vía terrestre a través de Turquía. Adicionalmente, la agencia ha calculado que junto con los otros inmigrantes que desde el norte de África y Medio Oriente buscan llegar a Italia, España o Malta se contabilizan ya 264 mil inmigrantes que han cruzado el Mediterráneo en lo que va del año.
Se trata, dice el comisario europeo de migración, asuntos del interior y ciudadanía, de la peor crisis de refugiados en Europa desde la Segunda Guerra Mundial a causa de los efectos de un contexto económico y político especialmente adverso para distintas regiones del mundo. La proliferación del extremismo y el terrorismo, el avance continuo de grupos radicales que expulsan comunidades enteras a su paso por no coincidir con ellas en términos religiosos e ideológicos, el desplazamiento forzado producto de guerras civiles y conflictos internos especialmente violentos pero también la crisis económica y la marginación crónica que afecta a comunidades enteras pone a prueba el sistema de inmigración europeo. La Unión Europea, en efecto, prevé fondos extraordinarios para ayudar a incorporar a ciertos inmigrantes y plantea, desde hace meses, la necesidad de establecer un sistema de cuotas para que los países del sur no enfrenten en soledad este desafío. No obstante, y al tratarse de una auténtica crisis humanitaria –tan sólo en julio arribaron al continente más personas que en todo 2013- la situación exige medidas de emergencia pero al mismo tiempo una política de largo plazo. Es necesario recuperar la iniciativa de la fallida Cumbre del 20 de julio pasado para volver a intentar una respuesta coordinada a la masiva oleada de refugiados. Dice bien la canciller alemana Angela Merkel, la perspectiva del tema del asilo y el refugio podría constituir el próximo gran proyecto para hacer honor a los altos estándares de derechos humanos que exigen a todos sus socios comerciales y, al mismo tiempo, plantear un mecanismo de vanguardia por el que la actuación común se guíe con base en los principios de dignidad, libertad y solidaridad.