Cultura

¡Socavón!

La noticia sigue. Un socavón apareció repentinamente en un área rural del estado de Puebla y fue creciendo gradualmente –aún sigue– y así ha generado una serie de fenómenos particularmente extraños.

El nuestro es un planeta geológicamente activo. Terremotos, inundaciones, deslaves, grietas, avalanchas y... socavones. Es parte de la mecánica intrínseca del medio. Los suelos son particularmente susceptibles de sufrir cambios, pues no tratándose de roca, quedan a merced de las fuerzas tectónicas y las del agua. Lo que ocurrió en Santa María Zacatepec va mucho más allá de un simple fenómeno geológico. En el tiempo que lleva formándose, reconocemos que el primer impacto mediático fue el hecho del mismo hundimiento. Eso fue lo que detonó todo lo demás. ¿Por qué aparece de pronto y sin una aparente razón un agujero así en medio de un campo de cultivo? Parece que el inconsciente colectivo sintió aquello como un signo ominoso, como algo extraño. De cierta manera lo es, pero no tanto. El caso es que de ahí el fenómeno irradió hasta amenazar la casa de la familia dueña del terreno. Un fenómeno natural que va creciendo y que genera una angustia porque se va a comer la casa de esas personas. Cosa que por supuesto ocurrió, porque ni modo de mover la casa. El Monstruo finalmente cumplió su amenaza. Como queriendo que las cosas terminaran ahí, se complicaron. Esta vez dos perros fueron a dar al fondo. ¿Cómo chingados cayeron? No lo sé. El caso es que el fenómeno mediático va creciendo, a la par que el hundimiento. Los perritos, víctimas del Monstruo, fueron rescatados. Por lo menos ahí hubo una historia feliz. Pero la fama y reputación del Monstruo continuó creciendo y así comenzaron a llegar prensa, un grupo de motociclistas, una familia que, creyendo que se trataba de una atracción turística, se toma una selfie, un grupo de música de banda de Oaxaca para promocionarse, una señora que vive en el rancho de al lado se pone a vender gorditas y renta baños, y un grupo de cristianos que acude con instrumentos musicales a cantarle a Dios e invocar su ayuda para detener el avance del Monstruo. Después tenemos a un panadero que ya vende panes y roscas con el nombre del socavón y, en la mejor tradición de la Rosca de Reyes, incluye dos perritos de plástico. Ah, y me faltó el político que intervino con promesas de reconstruir la casa siniestrada. Nomás eso faltaba.

Un panadero ya vende panes y roscas con el nombre del socavón que incluyen dos perritos de plástico

Un circo. Un puto circo. A la mexicana. Pero esto aún no termina. Me parece que falta un chamán que realice algún ritual místico prehispánico, un vendedor de baratijas y camisetas del fenómeno, el reporte de un ovni sobrevolando el área o gente que ve extraños seres antropomorfos emergiendo de ahí en las noches.

Surgen, desde luego, preguntas importantes: ¿Seguirá creciendo? ¿Hasta dónde? ¿Hay manera de detenerlo? ¿Es un fenómeno aislado o parte de algo más grande? ¿Ocurrirá en otras áreas como esa?

No deja de darme risa el tema de los cristianos implorando ayuda celestial; con que un geólogo les explique el porqué de este proceso podría ser suficiente para que regresen a su templo. Digo, no estamos en la edad del bronce como para adjudicarle a una deidad furibunda los procesos naturales de un planeta. Al chile.

El caso es que la bizarra fiesta que ha generado el socavón a su alrededor retrata de manera clara nuestra cultura. Como para hacer un guión de película.

Mientras el Monstruo, implacable, silencioso y voraz, va pacientemente mordiendo la tierra a su alrededor al tiempo que ríe, y su risa retumba en sus centros la tierra. _

Adrián Herrera

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