No sé a quién chingados se le ocurre decir que ser pobre es algo bueno porque implica ser virtuoso. Para mí, ser pobre es estar jodido y a menos que haya una buena razón para estar así, no le veo el caso a seguir ese precepto. Ahora resulta que la pobreza es una virtud, un estado que debemos alcanzar. Curiosamente, los patanes que lo pregonan no viven precisamente sin dinero, y cuando uno revisa sus cuentas de banco nos damos cuenta de la contradicción.
¿Dónde está la conjetura entre la pobreza y la humildad? Porque son cosas distintas, aun y cuando se usa una por la otra. Se ha popularizado, desde hace ya muchos siglos, la idea de que ser pobre conduce a estados de virtud, de grandeza, de acercarnos a Dios y mamadas por el estilo.
Los que trabajamos, que pagamos seguros, colegiaturas, servicios, alimentos, rentas y otras cosas más, no nos parece nada atractivo el principio de la pobreza. Antes buscamos lo contrario. Y si alcanzar la riqueza económica resulta en un agravio para los idealistas que buscan la pureza mediante la mortificación del cuerpo, pues que coman caca. ¿Me quiere usted vender la idea de que es imposible alcanzar estados de virtuosismo, de pureza o claridad mental teniendo dinero o siquiera deseándolo? Es lo que le digo, no entiendo dónde está la conexión entre ambas cosas. No son mutuamente excluyentes, déjeme decirle. Y lo que es más, creo que es más fácil alcanzar la virtud no teniendo que preocuparse por pagar rentas y lidiar con abogados y demandas.
La pobreza no le trae nada bueno a nadie, más que pesares, angustias, miseria y tristeza. Debemos dejar de asociar la pobreza con cualquier virtud. Sí, entiendo que muchas personas, estando en una situación financiera comprometida, buscan hacer dinero y salir adelante, pero eso es consecuencia no de ser pobre, sino de anhelar la riqueza. Ah y otra cosa: la lástima. Nos dejamos chantajear con ese mecanismo. Muy efectivo, por cierto.
Creo saber de dónde viene toda esta basura de creer que ser pobre es cosa buena, mire:
“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Yo les aseguro que un rico difícilmente entrará en el Reino de los cielos. Se lo repito: es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los cielos”(Mateo 19, 23-30).
Ah, y en la parábola del rico y Lázaro el pobre (Lucas 16:19-31) ocurre lo mismo: el rico se da sus bien ganados y merecidos banquetes y Lázaro, que está llagado y se arrastra, recoge las migajas que le tira el rico. Dice que hasta los perros se acercan a lamerle las llagas. Ah, pero cuando se mueren los dos, al rico lo mandan a sufrir a la lumbre y Lázaro a gozar de los placeres del Cielo, y lo más intrigante es que quienes están en el Cielo se regocijan viendo a los ricos quemarse en el Infierno. Bueno, pues qué fantasía tan simplona y pueril. Yo no me trago nada de eso.
Aparentemente si uno es rico no puede conocer a Dios. Sí como no. Eso es solo un punto de vista. Yo no creo que ni creer en Dios ni explorar la espiritualidad tengan absolutamente nada que ver con tener dinero. Porque si alguien defiende la idea de que tener dinero nos corrompe, bueno, hay muchas cosas que nos corrompen, pero como ya puntualicé antes, ser rico y religioso o espiritual no son estados contradictorios. Claro que si vemos la manera en que los predicadores abusan de sus feligreses manipulándolos para quitarles su dinero con Dios como excusa, bueno pues qué le puedo decir. Saque sus conclusiones.
No, no es ser pobre para ser mejor ni ser rico para que otros envidien y pregonen la pobreza mientras buscan la manera de quitarte lo que has hecho con trabajo, disciplina y visión. Es, por un lado, una falta de educación financiera, de saber ahorrar, de no gastar en pendejadas, de no endeudarse y de invertir de manera correcta. También tiene que ver con no engañar a la gente y decirle por un lado que debe vivir de manera discreta y sin lujos, y que ese dinero se lo tiene que dar a los pobres. Mejor nos dejamos de envidias y de complejos, nos ponemos a trabajar y a sacar nuestros proyectos y dejamos atrás esas tontísimas ideas milenarias y caducas de realzar la pobreza, de agachar la cabeza, de voltear la mejilla y otras conductas obsoletas, perniciosas, cobardes y pasivas. ¡A trabajar!