Cultura

Escribir, leer

Confeccionar un libro no es fácil, a menos, claro, que se trate de uno de autoayuda, o de esos libros místicos que no dicen nada, pero son capaces de encantar a sus lectores

Me reuní con dos amigos escritores a discutir cómo escribía cada quien y la manera en que nos habíamos formado. Así, se hablaron de conceptos técnicos, de estilos, de temas y de influencias. Al tocar ese último tópico, cada quien fue mencionando a sus escritores favoritos. Y claro, desfilaron un montón. Se recordó aquella frase atribuida a Borges en donde declara que es más importante reconocer a un escritor por lo que ha leído, más que por lo escrito. No nos metimos a discutir esa cita. El caso es que la pasamos en grande, pues no hay nada más divertido y exultante que conversar sobre lo leído y lo que nos genera.

Pero en cuanto a esto de escribir hay que decir algunas cosas. Decía yo que un texto, cualesquiera que sea, no tiene un sentido implícito o inherente, simplemente ocurre, existe, es. Cada quien le otorga esa potencia, esa dirección o utilidad. Porque, de pretender otorgarle un sentido, estaríamos confeccionando nuestros escritos con la única finalidad de generar un resultado específico. Hay que dejar que las cosas ocurran por sí mismas y que cada quien las interprete o haga uso de ellas como le salga del forro de las pelotas.

Que si un texto, una vez publicado, posee una vida propia y se aleja progresivamente de su autor, no lo sé. Lo que sí puedo afirmar es que, conforme pasa el tiempo, uno ni lee ni escribe de la misma manera.

Estoy terminando un libro. Es de cuentos de terror. Pienso entonces en la edición del texto. El editor resaltará algunos errores, como el abuso de algunos adjetivos o muletillas, repetición de palabras o mal uso de ellas por creer que significan algo cuando en realidad quieren decir otra cosa, el orden de párrafos o secciones enteras, desvaríos varios, pleonasmos y partes que, de plano, generan somnolencia o nada tienen que ver con el tema a tratar. Confeccionar un libro no es tarea fácil, a menos, claro, que se trate de uno de autoayuda y superación, o de esos libros místicos mágicos que no dicen nada, pero son capaces de encantar a sus lectores con palabras y frases vacías y ambiguas. Cuando termino un texto, dejo que pase un tiempo antes de volver para revisarlo. Y entre más tiempo pase, mejor, pues te vas alienando del mismo, al punto de haber olvidado y no reconocer algunas partes de lo escrito. Y esto es bueno, porque te permite abordar el proceso de edición con una ventaja objetiva. Claro que no del todo, pues el texto sigue siendo tuyo y por regla dejarás de ver muchos errores y disparates. Por eso siempre es recomendable contratar los servicios de un tercero.

El otro día leí algunas páginas de un libro que escribí hace un poco más de 10 años. En algunas partes quedé sorprendido, pues no logré recordarlas, aunque sí pude determinar que aquello sí era mío, por el uso de ciertas frases, muletillas, un cierto estilo y temas recurrentes. Esto activó un interés por leer mis textos de hace 20 años o más. Descubrí que me venían siguiendo una serie de vicios, de errores, en tanto que también había evolucionado y atrás quedaban otras cosas, obsoletas, innecesarias. Pues así como uno cambia, así se modifican nuestras hechuras y expresiones.

El caso es leer y a escribir de acuerdo a nuestra situación actual, no quedarnos estancados en vicios ni posturas que pertenecen a otras fases de nuestra evolución. Ejemplo: hoy releo algún clásico que en otro tiempo tuvo un efecto inconsecuente y de pronto experimento una epifanía (me pasó con La tragedia del doctor Fausto, de Christopher Marlowe) o escribo algo que hace una década no me imaginaba que podría llegar a escribir –descubrir–.

Creo que el ejercicio de la lectura y la escritura, junto a la conversación con amigos sobre tal binomio, nos enriquece y abre puertas dentro de nosotros que habían permanecido cerradas.

Hace unas semanas le recomendé un libro a un conocido: –No leo–, respondió de manera tajante, incluso lo dijo en tono molesto (¿intimidado, quizá?). Sentí pena por él.

No leer y no ejercitar nuestra creatividad nos empobrece, nos hace retroceder. Y hoy estamos frente a una grave crisis de esa naturaleza. Dice Nuccio Ordine que al leer los clásicos no es posible quedar indiferente ante ellos, porque una vez aprendidos de corazón, continúan actuando en silencio en nuestro interior.

Hoy, eso ya no tiene valor.


Google news logo
Síguenos en
Adrián Herrera
  • Adrián Herrera
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.