Cuando llegué a vivir a mi actual casa noté que dos focos de luz indirecta estaban fundidos y que faltaban dos tubos de los que se fijan a unas canaletas dobles. Fui a una tienda de artículos eléctricos y compré dos focos led y cuatro tubos, para tener un par de repuesto. Intenté instalar los focos y me di cuenta que no tengo la menor idea de cómo hacerlo. Además, dos de los tubos que compré eran de diferente tamaño al requerido.
Una semana después regresé a la tienda. El sistema de los focos led me pareció tan sofisticado que ni siquiera intenté comprar unos nuevos, solo compré unos tubos más grandes. Los quise instalar y aún estaban cortos por dos centímetros. Me arrepentí de haber elegido el taller de artes plásticas en la secundaria, en lugar de haber entrado al de electricidad.
Para evitar errores, medí el espacio entre ambos soportes del tubo: 89 cm. Fui entonces a una de estas tiendas grandes en donde hay todo para el hogar… menos tubos de 89 cm. Preferí dejar a oscuras esas partes de mi hogar.
Días después se apagó el foco de mi cocina, una lampara circular de 27 watts. Con la experiencia de los tubos le tomé una foto a los datos impresos en la lámpara para no errar la compra. Fui a varias tiendas sin encontrar el apropiado. Por fin llegué a una en donde el vendedor me mostró un foco de 28 watts. “No hay problema, es solo un watt”, me dijo. Me pareció justo, después de todo, ¿qué importancia tiene un watt de diferencia?
Llego a mi casa e instalo el foco. La circunferencia del de 28 watts es menor que el de 27... ¡Hummm! Pero lo conecto y prende. Veo que lo puedo sostener de al menos uno de los tres soportes, pues es más pequeño y así lo hago. Estoy solo en casa, pero aún así miro alrededor para cerciorarme que nadie me ve. Pongo la tapa de la lámpara y doy por concluido el episodio eléctrico.
A la mañana siguiente el foco ya no prende. Maldigo al vendedor, al watt extra y a los centímetros faltantes en la circunferencia del foco. Regreso a la tienda con el foco fundido para evitar más problemas de medidas. No hay devoluciones, ni focos del tamaño correcto. Cerca de ahí hay un mercado especializado en artículos eléctricos. Voy en busca del foco. Al fin encuentro a un vendedor que tiene el foco. Desconfiado miro varias veces los watts y comparo con todo cuidado las circunferencias de mi foco fundido (el de la cocina) con el que me ofrece el vendedor. Son iguales. Compro dos.
Regreso a casa. Instalo el foco. No prende. Lo desconecto. Conecto el otro. Tampoco prende. Maldigo el mercado. Maldigo al vendedor. Maldigo a todo el mundo. Llamo a un servicio eléctrico anunciado en internet. Una persona llega a mi casa, revisa los desperfectos y me hace un presupuesto. Por fin habrá luz en mi casa, pienso. Hasta que el técnico me pide un adelanto.
“¿Un adelanto? Pero si no te conozco”. “Es una política de la empresa”. La página a donde llamé se veía seria. Ya sé que la liquidez siempre es un tema, pero en el peor de los casos, la empresa me iba a financiar dos horas. “Ahora, además de financiar a mis clientes tengo que financiar a mis proveedores”, pienso. No hubo adelanto. Ni luz en mi cocina.
Y yo sigo esperando emprendedores mexicanos que más allá de romperla en Silicon Valley hagan la diferencia en el día a día de quienes vivimos en el Valle de México.
*Fundador de VenturaMedia, firma que promueve la cultura emprendedora
@adolfoconected