Iniciamos la semana más importante para el mundo cristiano.
El Domingo de Ramos marca el inicio de lo que debe significar para los creyentes la mayor manifestación de amor que puede existir: entregar la vida propia por la salvación de la de los demás.
Jesús es recibido entre vítores y alabanzas, mientras arriba al sitio donde ofrendar su vida; el pueblo le dice Hosanna al Hijo de David, ese mismo pueblo que cinco días después habría de voltearse en su contra demandando su crucifixión al procurador romano.
Aprehendido como cualquier malhechor por la corte del Sanedrín, es puesto a disposición del Sumo Sacerdote, Caifás para someterlo al enjuiciamiento judío en donde lo encuentran reo de muerte por la blasfemia al sostener que era el Mesías, el Hijo de Dios, enorme sacrilegio para el pueblo judío que sigue siendo mesiánico.
Sin poder ejecutarlo conforme a las normas del derecho judío, lo remiten a Pilato, Procurador de Judea, para que aplique la pena romana a un inocente cuya única falta era predicar el amor entre unos y otros.
El gobernador romano, pone todo su esfuerzo para evitar la responsabilidad de cargar en su conciencia la sangre inocente y primero lo remite a Caifás, luego a Herodes sin éxito alguno, lo manda castigar conforme a la norma judaica y romana con 39 azotes, y pese a la flagelación, no obtiene el respaldo del pueblo judío que exige la muerte.
En una medida desesperada, Pilato hace uso del IUS ELECTII pensando que el pueblo elegiría al justo y no a Barrabás, condenado a muerte por violación, asalto y homicidio.
Pero el pueblo que el domingo alababa a su Rey, ahora lo desconoce; ese pueblo está sediento de sangre y le exige a Pilato la Muerte de Cruz. El castigo era mayúsculo. De origen Fenicio y Cartaginés la Crucifixión, provocaba la más espantosa agonía en el condenado, con sus extremidades extendidas al máximo, soportando todo el peso del cuerpo en unos pies clavados al estípite y después de cargar el patíbulo o el transversal con un peso de más de 60 kilos y de subida y con el rayo del sol a plomo, después de haber sido azotado, coronado de espinas, objeto de burlas, llega al Monte Calvario para cumplir su destino.
No hubo queja ni protesta; su juicio ignominioso se siguió sin que nadie lo defendiera y con violaciones trascendentes a la ley romana y a la ley judía; vilipendiado, golpeado, convertido su cuerpo en una masa sanguinolenta allí está, clavado en la cruz, franqueado por Dimas y Gestas.
Jesús, no reclama; no pide ayuda al Padre Eterno que le hubiera mandado doce legiones de ángeles y lo hubiera rescatado; tenía que cumplir su misión salvífica.
Sus últimas palabras quedarán para siempre en nuestros corazones:
1 Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.
2 Mujer ahí tienes a tu hijo
3 Tengo sed
4 Padre Porqué me has abandonado?
5 De verdad te digo que hoy estarás conmigo en el Paraíso
6 Todo está cumplido
7 Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu
Esta semana que iniciamos el domingo de ramos se nos presenta como excelente oportunidad para meditar sobre el significado de la pasión de Jesús y la enorme trascendencia que tuvo para que tengamos siempre presente su mensaje de paz, de concordia, de amor y de esperanza.
Qué mejores momentos que estos que se aproximan, para valorar el verdadero significado de la muerte de Jesús en el Madero de la Cruz. Su muerte no puede ser vana, es el vehículo por el cual manifiesta su gloria y majestad.
Jesús, confío en ti; creo en ti, espero en ti.