El vocablo ejemplo, proviene del latín exemplum y se refiere a un hecho o conducta que se toma como modelo a seguir.
Un ejemplo puede ser bueno o malo. Lo que es indiscutible, es que la lógica nos impone a seguir el bueno y evitar el mal ejemplo, pero esto requiere de un buen juicio.
Acostumbrados como estamos a una parsimonia mental, de que todo se nos da en la boca y con cucharita, no discernimos acerca de efectuar un juicio de valor en cuanto a los ejemplos que vemos o recibimos y más en estos tiempos en que todo se cuestiona y se reclama, y preferimos repantigarnos en el sillón cómodo de la pereza mental como dice Gilgamés, nuestro compañero de casa editora, y evitamos, hasta donde sea posible, meternos en el problema de examinar conductas que a todas luces son reprobables y vamos dejando que la vida pase frente a nosotros sin sentido.
¿A qué viene esto? Es algo muy simple. La ley es el conjunto de normas jurídicas de observancia obligatoria impuestas por el Estado. La definición es clara y bastante simple: son reglas que debemos cumplir, nos guste o no, porque están establecidas por un poder constituido.
Entonces, si quien ejerce el poder, nos pone el ejemplo de incumplir con la ley, ¿con que cara puede exigirnos que nosotros, simples mortales, ciudadanos de a pie, cumplamos por nuestra parte con la misma ley que viola el supremo?
Se requiere desvergüenza para exigir cumplimiento de aquello que con el ejemplo propio no se cumple.
La Ley está hecha para cumplirse, no para violarse evadiéndola con pretextos fútiles o con trampas procedimentales. Causa desazón, el estar cada día viendo como el titular del Ejecutivo federal desatiende los llamados a un comportamiento ético que le hacen las autoridades electorales para que deje de actuar como jefe de partido y se concrete a despachar en Palacio Nacional como Presidente, que acate la ley, pero tiene oídos sordos.
Simplemente no lo hace y ya. Háganle como quieran. El tiene otros datos y si no le parece no lo hace. Yo me pregunto: ¿Qué pasaría si siguiéramos el mal ejemplo y decidiéramos ya no pagar impuestos?
El buen ejemplo de un gobernante, garantiza la paz social, el equilibrio ciudadano, el respeto y la buena marcha de un país.
Platón el Griego, decía que los buenos gobernantes deben servir al bien común y a la justicia. Cicerón, el Romano decía que un buen gobernante debía poseer integridad excepcional.
El buen gobernante, si no sirve, no sirve, no es útil para el pueblo y si pone el mal ejemplo, es indigno de ocupar la silla del poder. Ojalá y que alguien le dé un buen consejo al señor Presidente, para que cambie de actitud y nos ponga a los mexicanos el buen ejemplo de cumplir con la ley, le guste o no. De no hacerlo, que no reproche entonces las futuras desobediencias civiles. El ejemplo arrastra señor Presidente.