El arrebato de arrancarse intempestivamente a un viaje de diez horas por carretera rumbo a la zona de desastre en Acapulco y quedar varado a medio camino y plenamente exhibido en prensa y redes sociales en un fangoso lugar a bordo de un vehículo del Ejército, es punto menos que vergonzoso.
La fotografía del Jeep verde olivo matrícula 0500027 que hemos visto en periódicos y en redes sociales nos muestra al presidente azorado, impotente, en el asiento delantero, viendo el lodazal, una imagen vergonzosa.
Y no es que de vergüenza que se nos quede un carro atascado, sino que sea el que lleva a bordo al jefe del Ejecutivo federal, porque es imperdonable que su vasto equipo de colaboradores no le haya informado de los riesgos de irse por carretera a un lugar que era en ese momento inaccesible por tierra, puesto que había derrumbes, deslaves y terrenos fangosos.
Nada sirve contar con información que cualquier persona común y corriente puede obtener del Centro Nacional de Huracanes de Miami, Florida, ni tampoco con tanto militar especializado en la construcción, capaz de haber construido un aeropuerto o el tren en el Sureste, si finalmente el comandante supremo hace lo que se le viene en gana.
La tragedia ahí está. Lo peor está por venir. Una población que se encuentra aislada, víctima de saqueos, de las carencias de lo más elemental, sin luz, sin agua, sin gasolina, sin recolección de basura, con un hedor terrible, a muerte, a desolación, a impotencia.
¿De que sirvió la espectacular intentona de llegar a la zona de desastre? De nada, solo, de exhibirse de manera ridícula y mostrar una evidente ineptitud gubernamental que desdeñó los avisos y las alertas, y que se preocupa más por las cosas que le brindan la oportunidad de estar frente a los reflectores, captar votos y llevar la agenda nacional, que llevar ya ni siquiera ayuda humanitaria, al menos mensajes auténticos de paz y esperanza. Pura demagogia y populismo.
Mientras Acapulco está de duelo, la alcaldesa de Chilpancingo organiza una fiesta para amenizar su informe de gobierno; la gobernadora de Guerrero brilla por su ausencia, y el presidente se va a Nuevo León para “inaugurar” uno de los generadores del acueducto de la Presa “El Cuchillo” y todavía tuvo humor para calificar a periodistas y corresponsales internacionales de buitres y ofrece “todo el presupuesto” para ayudar a los damnificados. Quiero ver que suspenda las obras de sus trenes y de su refinería para enviar ese dinero a Guerrero.
Y en ese juego deleznable, con el pretexto de “organizar” la distribución de ayuda a los damnificados, se canaliza todo a través del Ejército, no importa si esa ayuda es particular, con tal de ponerla en cajas de la “Cuarta Transformación” para que la gente vea que el gobierno es el que la ayuda, saludando con sombrero ajeno con propósitos electoreros. Eso es rapiña política, es morderse la lengua. Que dolor, que tristeza y que vergüenza.