Ciudad de México /
Por Ángeles Mastretta
Ilustración: Gonzalo Tassier
Estábamos junto a la mamá de los cinco. Con las manos haciendo una estrella para calentarnos. Como pollos bajo un foco, tiemble y tiemble: los dedos llenos de glicerina y limón, para que no se nos estriaran. Cierro los ojos y pasa junto al enclave nuestro padre, con su pizca de ironía en la mirada. Él sabe lo que es estar helándose en las montañas del Piamonte. Sabe de la nieve que no dejó ni leños en las casas de quienes habitaban un país que perdió la guerra. Sabe del frío que tuvo en un andén esperando el paso del vagón sin ventanas al que subió para llegar a Génova, en pos del barco que lo regresó a México.