Por: Ángeles Mastretta
Ilustración: Gonzalo Tassier, cortesía de Nexos
Puebla tenía algunas de las iglesias y casas coloniales más bellas del mundo, pero esos edificios asombrosos, iluminados por serpientes y seres bravíos me atrajeron como hasta hoy me conmueven. Ese lugar resultó al mismo tiempo un desafío y un abrazo. Igual que quien ha encontrado la única respuesta hice el examen de admisión y me cambié de una pequeña universidad privada, apenas dos veces más grande que mi preparatoria, a esa promesa. El primer año de nuestra vida en el ombligo del país lo viví en un cuarto para tres, compartido con dos estatuas de la libertad. Mi hermana y mi prima Alicia. Las tres veníamos de una pérdida y las tres la vivíamos como si fuera posible no cargarla. Pero las tres éramos huérfanas.