Por: Aramis Olivos Ortiz, Omar Cervantes y Julieta Hernández López
Fotografía: Aramis Olivos Ortiz, Omar Cervantes y Julieta Hernández López, cortesía de Nexos
La extensa playa arenosa tiene una longitud aproximada de tres kilómetros y sesenta metros de ancho. En su extremo sur está flanqueada por acantilados y en su parte norte existe una roca expuesta conocida como el Pilón, que fue parte de un macizo montañoso ahora erosionado. Este paraíso costero está amenazado por la urbanización y el cambio de uso de suelo a favor de los proyectos urbanos, turísticos y de infraestructura. Peña Blanca está situada en mar abierto, a veinte minutos del Puerto de Manzanillo, y alberga una duna bien conservada. Es un depósito de sedimentos que mantiene la anchura y forma de la playa, una barrera natural de protección ante tormentas, huracanes o escurrimientos continentales derivados de lluvias intensas. Esta playa es, sin duda, un sitio hermoso para el descanso, la meditación, y la observación de aves marinas residentes y migratorias. Desde su fina arena de color dorado-blanquecino que se mezcla con la arena negra volcánica, puede contemplarse un paisaje espectacular conformado de flora, fauna, atardeceres memorables y por las noches las estrellas tienen un brillo casi tan intenso como el sonido de las olas al romperse.