Por: Fernando Escalante Gonzalbo
Ilustración: Víctor Solís, cortesía de Nexos
Nos hemos hecho la ilusión de que el Ejército mexicano es diferente. Es una idea que admite con naturalidad la opinión pública y hay motivos para pensar que la clase política la comparte también. Nunca ha desaparecido la sombra de Tlatelolco ni de la “guerra sucia” de los años setenta, cuyo recuerdo se evoca con regularidad en las manifestaciones de protesta. No obstante, por alguna razón, es posible hacer eso a un lado y mantener una imagen de las Fuerzas Armadas que es fundamentalmente positiva. Esa imagen se resume en una expresión que repiten puntualmente todos los secretarios de la Defensa, todos los presidentes de la República, casi cualquier miembro de la clase política: “El Ejército es del pueblo”, “El Ejército es del pueblo y para el pueblo”, o más enfáticamente, “El Ejército es pueblo”. Las referencias son incontables. Acaso en esa idea esté una de las claves del proceso de militarización o, mejor dicho, de la tranquilidad con que se ha aceptado la militarización.