Por: Diego Castañeda
Ilustración: Víctor Solís, cortesía de Nexos
En días recientes, algunos economistas y analistas de la situación económica del país han alzado voces de alarma con el recuerdo de crisis económicas pasadas, especialmente las infames crisis de fin de sexenio de las décadas de 1970, 1980 y 1990. La comparación con esos periodos es exagerada. A diferencia de esos tiempos, México cuenta hoy en día con un tipo de cambio flexible, un banco central autónomo y con bastantes reservas internacionales. Si México ha de tener una crisis en el futuro, se antoja poco probable algo como lo que sucedió en 1994. Sin embargo, hay algunas preocupaciones que tienen más validez. Por ejemplo, el creciente déficit público combinado con un espacio fiscal muy reducido. Es decir, que con las tasas de interés a la alza y la economía estancada, los servicios de la deuda se harán más caros y los recursos fiscales (lo que recaudamos de impuestos más otros recursos, como la venta de petróleo) no crecen lo suficiente o están siendo devorados por los subsidios para mantener estable el precio de los energéticos.